Eironeia es un libro escrito desde la perspectiva del paso del tiempo y de lo que éste va dejando en la mirada y en la experiencia del poeta. Y el resultado es un desencanto que aflora con una gran dosis de ternura y esa leve ironía que da el correr de los años cuando al fin uno ya se da cuenta de que la vida no era eso que queríamos conseguir.
Juan Pérez Cubillo se detiene en la vida cotidiana y examina con lupa acontecimientos, hechos que ha vivido y que a través de estos poemas los transforma en materia intelectual consiguiendo que generen en el lector sentimientos de identificación y de reflexión. El mismo poeta acaba diciendo en el prefacio que Eironeia es el resultado de agitar todo en una coctelera. Y verdaderamente el resultado es eso: algo nuevo en la poesía. Es un libro novedoso y lleno de interés por la forma de tratar las temáticas y por el estilo que confiere a los poemas. Se podría decir que estamos ante un poeta personalísimo y que en nada se parece a otras poéticas tan frecuentes de imitarse unas a otras.
En realidad este libro es también un poemario de personajes que despiertan en el poeta sentimientos de ternura, compasión, amor, en definitiva sentimientos que conectan con la generalidad porque Juan Pérez Cubillo constata una enseñanza, una historia, un devenir en cada uno de ellos y los retrata obteniendo un resultado que los sitúan en la realidad social de nuestro tiempo. Pero estos poemas que en realidad reflejan aspectos sociales no están tratados ni con pena ni de manera trágica sino que están tratados con la peculiar idiosincrasia del propio autor elevándolos a la categoría de hecho anecdótico lleno de interés por el testimonio histórico, el finísimo humor que subyace en el fondo de ellos y por el interesantísimo mensaje final que nos transmiten.Este poemario, ya lo dice el subtítulo: “Hacia una poética del desencanto” trata de eso: del desencanto. En mi opinión aquí el desencanto ha sido puesto también en una coctelera y da un resultado particular. Y ese particular desencanto al que me refiero es el que da la experiencia de una vida vivida en donde las utopías, los sueños, los proyectos se van quedando en el papel, en la taza o en el cigarrillo como César Chávez Aguilar dijo en su estudio sobre Raúl Pérez Torres autor ecuatoriano de la conocida obra “Una teoría del desencanto”. Todas las generaciones, todas las personas sufren o sufrimos del desencanto llegado el momento. No es nada nuevo ni será algo que se extinga. El desencanto es esa sensación de saber que nada se puede hacer ya después haber concluido cierto tiempo, que todo se viene abajo cuando las expectativas caducan, cuando todo lo que esperábamos cambiar ya no es posible porque sabemos que es casi imposible cambiarlo, aunque la utopía deba ser siempre el norte o la brújula. El propio poeta nos dice al principio del poema titulado Poética del desencanto:
Creo haber vivido
bajo el signo del tiempo y de la prisa,
y un vislumbre se me asienta:
estoy cansado sin remedio.
Toda una declaración de su particular visión del paso del tiempo y lo que eso conlleva en la exigencia personal de los individuos.
Hay que seguir viviendo, poner la mejor cara. La vida continúa. Seguir siendo el aprendiz de disimulos, porque claro la derrota no vende, y no da juego. Es la mejor definición del aplastante dolor que produce el desencanto.
No podemos olvidar que la profesión de nuestro poeta que aquí tratamos es la de profesor, la de educador. Y digo esto porque en un buen número de los poemas del libro se habla de personajes que han sido alumnos suyos, seres que han pasado por sus clases y que han dejado en el profesor-poeta la impronta, el rasgo, la anécdota. Una anécdota que nos deja como conclusión la paciencia o la leve decepción ante el escaso interés que muestran algunos alumnos, pero que Pérez Cubillo sabe discernir sobre ese hecho, versificarlo y hacerlo poema como una forma de explicarse así mismo el mundo. Como una forma de explicarse el desencanto que produce la tierna derrota de un alumno perdido, distraído y con escasísimo interés por los temas de clase. Y hasta ver que ha progresado un poquito en la lectura por el simple hecho de que ha entonado hoy, le deja al autor del poema una sensación de éxito, pero ese éxito nos transmite a todos la fina ironía con que está expresado. Y eso es lo que hace al poema adquirir entidad y calidad.
Este libro de poemas está lleno de imágenes muy sugerentes, pero sobre todo de imágenes que están en el inconsciente colectivo de toda una generación finisecular que nacimos al mismo tiempo que la televisión y que ya podíamos ver el cine con esa asiduidad para construir frases hechas que son patrimonio de las últimas décadas del siglo XX, frases que son imágenes que nos remiten a un tiempo y a una generación determinada: salirse de la pantalla, comerse una rosca o no comerse ni una rosca, etc.
Juan Pérez Cubillo se detiene en la vida cotidiana y examina con lupa acontecimientos, hechos que ha vivido y que a través de estos poemas los transforma en materia intelectual consiguiendo que generen en el lector sentimientos de identificación y de reflexión. El mismo poeta acaba diciendo en el prefacio que Eironeia es el resultado de agitar todo en una coctelera. Y verdaderamente el resultado es eso: algo nuevo en la poesía. Es un libro novedoso y lleno de interés por la forma de tratar las temáticas y por el estilo que confiere a los poemas. Se podría decir que estamos ante un poeta personalísimo y que en nada se parece a otras poéticas tan frecuentes de imitarse unas a otras.
En realidad este libro es también un poemario de personajes que despiertan en el poeta sentimientos de ternura, compasión, amor, en definitiva sentimientos que conectan con la generalidad porque Juan Pérez Cubillo constata una enseñanza, una historia, un devenir en cada uno de ellos y los retrata obteniendo un resultado que los sitúan en la realidad social de nuestro tiempo. Pero estos poemas que en realidad reflejan aspectos sociales no están tratados ni con pena ni de manera trágica sino que están tratados con la peculiar idiosincrasia del propio autor elevándolos a la categoría de hecho anecdótico lleno de interés por el testimonio histórico, el finísimo humor que subyace en el fondo de ellos y por el interesantísimo mensaje final que nos transmiten.Este poemario, ya lo dice el subtítulo: “Hacia una poética del desencanto” trata de eso: del desencanto. En mi opinión aquí el desencanto ha sido puesto también en una coctelera y da un resultado particular. Y ese particular desencanto al que me refiero es el que da la experiencia de una vida vivida en donde las utopías, los sueños, los proyectos se van quedando en el papel, en la taza o en el cigarrillo como César Chávez Aguilar dijo en su estudio sobre Raúl Pérez Torres autor ecuatoriano de la conocida obra “Una teoría del desencanto”. Todas las generaciones, todas las personas sufren o sufrimos del desencanto llegado el momento. No es nada nuevo ni será algo que se extinga. El desencanto es esa sensación de saber que nada se puede hacer ya después haber concluido cierto tiempo, que todo se viene abajo cuando las expectativas caducan, cuando todo lo que esperábamos cambiar ya no es posible porque sabemos que es casi imposible cambiarlo, aunque la utopía deba ser siempre el norte o la brújula. El propio poeta nos dice al principio del poema titulado Poética del desencanto:
Creo haber vivido
bajo el signo del tiempo y de la prisa,
y un vislumbre se me asienta:
estoy cansado sin remedio.
Toda una declaración de su particular visión del paso del tiempo y lo que eso conlleva en la exigencia personal de los individuos.
Hay que seguir viviendo, poner la mejor cara. La vida continúa. Seguir siendo el aprendiz de disimulos, porque claro la derrota no vende, y no da juego. Es la mejor definición del aplastante dolor que produce el desencanto.
No podemos olvidar que la profesión de nuestro poeta que aquí tratamos es la de profesor, la de educador. Y digo esto porque en un buen número de los poemas del libro se habla de personajes que han sido alumnos suyos, seres que han pasado por sus clases y que han dejado en el profesor-poeta la impronta, el rasgo, la anécdota. Una anécdota que nos deja como conclusión la paciencia o la leve decepción ante el escaso interés que muestran algunos alumnos, pero que Pérez Cubillo sabe discernir sobre ese hecho, versificarlo y hacerlo poema como una forma de explicarse así mismo el mundo. Como una forma de explicarse el desencanto que produce la tierna derrota de un alumno perdido, distraído y con escasísimo interés por los temas de clase. Y hasta ver que ha progresado un poquito en la lectura por el simple hecho de que ha entonado hoy, le deja al autor del poema una sensación de éxito, pero ese éxito nos transmite a todos la fina ironía con que está expresado. Y eso es lo que hace al poema adquirir entidad y calidad.
Este libro de poemas está lleno de imágenes muy sugerentes, pero sobre todo de imágenes que están en el inconsciente colectivo de toda una generación finisecular que nacimos al mismo tiempo que la televisión y que ya podíamos ver el cine con esa asiduidad para construir frases hechas que son patrimonio de las últimas décadas del siglo XX, frases que son imágenes que nos remiten a un tiempo y a una generación determinada: salirse de la pantalla, comerse una rosca o no comerse ni una rosca, etc.
Voy a por el libro...
ResponderEliminarMuy bien, Rafael, y encantado de conocerte.
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