domingo, 9 de octubre de 2011

Nuevo Lapidario, de Alberto Díaz-Villaseñor

La semana pasada tuvo lugar en la Ermita de Bodegas Campos la presentación del libro Nuevo Lapidario, del poeta Alberto Díaz-Villaseñor, publicado por la Asociación Cultural Andrómina dentro de la colección Daniel Leví que coordiana Elena Cobos. El acto fue presentado por Antonio Varo Baena, que es a su vez el ilustrador de la portada.
Nuevo Lapidario, cuyo título sugerente ya nos evoca cosas, es precisamente un libro que tiene mucho que ver con las piedras y la relación que existe con otras materias, incluso y principalmente con la materia humana. Al principio de cada poema el autor da una definición de una piedra que sirve luego como inspiración para la creación del poema. Al comienzo del poemario el poeta define a las piedras como parte de una realidad que nunca reparamos en ella, hay una identificación del reino de mineral que es tratado como algo vivo y en movimiento. Es entonces cuando el poeta trata con más ahinco la inspiración que le producen las piedras, los aspectos que le sugieren al pensarlas. Y encuentra en ellas la memoria de un pasado y de un destino pensado, fidelidad, devenir, historia. La piedra es algo que permanece y que respiran en su morir despierto. El autor concede a las piedras estados emocionales y vegetativos, la facultad de moverse, el desgaste del tiempo, la capacidad de verse en el deterioro del tiempo.


A medida que avanza el poemario los poemas pierden el lastre del pedernal para imbuirse en un medio diferente y adquieren un tono mucho más humano, más cercano al reino de los vivos, el reino del hombre y su tragedia, la tragedia del amor y de la soledad. Casi ya al final del libro el poemario vuelve a girar en el tono poético para contarnos con hermosísimos poemas la situación más profunda del ser humano cuando trata temas como la soledad, el vacío, la muerte, pero también de la esperanza, de la ilusión, pues siempre late en el libro un espíritu de actitud positiva.


Con este libro Alberto Díaz-Villaseñor ha conseguido un texto unánime, firme y compacto que nos adentra por los caminos del hombre, por los caminos de las piedras que son el paisaje del hombre, la casa del hombre, el destino del hombre.



He aquí un poema del poeta:



Piedra de la noche



Entregado a la noche,



el frío primerizo de este octubre



espasmódico de heladas hebras



me aguijonea a las ganas de tu cuerpo.







Obstruidos los sentidos por la hora



a esta hora repetida en cada día,



hibernados, el sueño y su anestesia



me calman el fetiche de tu cuerpo.







Cuánto anuncio visceral en los relámpagos



y la tarde aquella y la brasa de tu boca



quemando quemaduras. Y las notas



que sonaron el preludio de tu cuerpo.







Qué extraño el transcurso de tus ojos



y el atávico intercambio de silencios



destruido, recreado, obligado,



quebrado por las voces de tu cuerpo.







Adiós te digo en esta tinta



aquejado del mal de nuestros días,



corazones reflejo -de espuma quebradizos-



desbordado por el vuelo,



ante mis besos, de tu cuerpo.

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