Pablo Méndez (Madrid, 1975) es autor de seis libros de poesía. Su trayectoria literaria empieza siendo él muy joven con la publicación de “Una flecha hacia la nada” (1994) desde entonces Pablo Méndez ha dado muestras de que el realismo en la poesía sigue latente y es una de las mejores alternativas para la poesía de nuestros días. Para muchos de los que estamos en el mundo de la literatura Pablo, a pesar de su juventud, es un maestro que está creando escuela. Hablamos con él con respecto a la aparición de su último trabajo “Ana Frank, no puede ver la luna” (Ediciones Rilke, 2010) libro al que muchos apuntan como un punto de inflexión en la obra del autor.
P.- Es inevitable preguntarte por el realismo, muchos autores ya están diciendo que la poesía se debe entender. Pero el realismo no es una corriente nueva, ni una tendencia donde a la poesía se le despoja totalmente de la metáfora ya que el propio poema forma una metáfora. ¿Es el realismo la alternativa de la poesía del S. XXI?
R.- El término “realismo” en poesía es muy ambiguo, sin duda abarca un sinfín de formas de hacer poesía, y no tiene nada que ver con lo fácil o difícil que sea un poema, eso depende más de la claridad y concisión que un poeta consiga en sus versos. Puede darse el caso de poemas difíciles y con una fuerte dosis de realismo. Para mí la poesía realista es una poesía cercana a la realidad que trata cuestiones de nuestro día a día, comunes a todos. No en balde, aquella poesía social, surgida en España a principios de los cincuenta, en lugares como México, llegó a llamarse, “realismo social”. En mi Ana Frank no puede ver la luna, hay un capítulo entero de prosa poética donde escribo sobre algunos de los grandes escritores que vivieron en París, son casi como fantasmas que yo quise ver por sus calles, están Azorín, Gómez de la Serna, Ortega y Gasset, Blasco Ibañez… no me parece una propuesta realista en ningún caso.
P.- Hoy, Ana Frank cumpliría ochenta años... Así empieza el poema que da título al libro y que es un homenaje al Diario de Ana Frank. A lo largo de tu libro podemos observar cómo has tocado con indudable maestría los temas del paso del tiempo y de la muerte, algunos poemas están dedicados a la muerte de tu madre, el recuerdo de Gloria Fuertes y de muchos poetas que hoy ya no están con nosotros. ¿Cómo ha sido este proceso creativo? ¿Ha tenido que pasar mucho tiempo para poder expresar estos poemas?
R.- Uy, agradezco tus palabras en lo de maestría. Sí, la verdad es que un libro muy duro en su primer capítulo. Yo escribo sobre lo que me pasa, sobre mi vida, incluso en los poemas de los que te hablé antes, los de París y los escritores que allí vivieron, también escribía sobre mi mismo. Por eso en los momentos que he vivido una vida monótona, serena, he escrito muy poca poesía. Durante la creación de este libro me pilló la muerte de mi madre, ocurrida hace ahora casi seis años, y los poemas giran casi todos en torno a ello. Fue un palo para mi terrible, en fin…
P.- Por anteriores libros tuyos de ensayo podemos saber que la historia de la poesía es importante en tu obra, quizás no se puedan dar niveles elevados de poesía sin haber estudiado lo que se ha hecho antes. ¿Es necesario ese conocimiento previo del artista para poder crear?
R.- Yo creo que sí. No te hablo de erudición, pero si creo que un poeta tiene que tener una visión clara, profunda, y creciente de la historia de la poesía. Entre otras cosas porque si uno hace poesía es porque es algo que le gusta sinceramente, y si le gusta, lo normal es que no tenga pereza en estudiarla, leerla, comentarla, quererla sin más. Es como esos niños que se saben de memoria la alineación de su equipo, ¿la estudiaron? no, simplemente la devoción por ese equipo les hace saberse los nombre de los jugadores con facilidad. Sinceramente, me desagrada un poco cuando conozco a un poeta que no tiene el menor interés por la poesía, que no lee más allá de sus propios versos.
P.- La tercera parte de tu libro, Pequeña estación abandonada, está compuesta por treinta definiciones que invitan a la reflexión, quizás con una influencia oriental ya que nos recuerdan a los Haikus de la poesía japonesa. Es muy curioso como ese pequeño diccionario que has creado denota como la poesía lejos de querer acercarnos a una verdad universal y exacta nos acerca más bien esa realidad que llevamos dentro. ¿Es la poesía quizás ese último refugio que nos muestra nuestra propia realidad?
R.- Pese a mi admiración por el gran José M. Prieto, debo confesarte que no me interesan nada los haikus, cuando un poema es bueno pues es bueno y ya está, carece de importancia si es un haiku o una copla. Lo del haiku es una especie de moda que pocos conocen bien y muchos practican, yo creo que se debe a que su forma métrica es sencilla y tiene cierta aureola de exotismo. Pocos haikus buenos he leído, recuerdo además de Prieto, uno maravilloso de Mills Fox Edgerton que dice:
Exprimo bellas
naranjas mas el zumo
es de limón.
Es un haiku en su forma métrica, pero no en el contenido, ya que el haiku trata más de captar un instante, un momento preciso, natural y no suele haber elementos filosóficos, es muy famoso el haiku de Saimaro (1655-1737):
siguiendo el río
la golondrina vuela
como fluyendo
Esto sí que es un haiku. Yo no creo que en mi poesía haya influencias orientales. En Pequeña estación abandonada, intenté definir, desde el punto de vista poético, conceptos de nuestra vida cotidiana, definir, árbol, primavera, madre, padre, hermano… es posible que tangas razón y la poesía también sea ese refugio donde nos encontramos con nosotros mismos. Volviendo al haiku, a mí me gustan más las coplas, las décimas, o aquellas soleares maravillosas que hacía Rafael Montesinos, con tanta poesía y tanta gracia, fíjate, semanas antes de morir escribió la siguiente soleá:
A mí me da un no sé qué
dejarlo todo y marcharme
a un sitio que yo que sé.
P.- Es inevitable preguntarte cuales han sido los autores que más han marcado tu estilo poético. Sabemos que han sido muchos, pero ¿podrías citarnos los autores que consideras imprescindibles?
R.- Pues fíjate, a mí me gustan los poetas según las fechas del año, es como si cada poeta tuviera su estación, hoy es 21 de febrero, y mañana el aniversario de la muerte de Antonio Machado, siempre lo releo en primavera. El verano, por ejemplo, es lorquiano, esa pasión de las noches con luna, esos amores rápidos, esas casadas infieles tras las verjas de las casas andaluzas… hay tantos poetas maravillosos en el siglo veinte, podría decir dos por década… Sin embargo debo decirte que a mí también me encanta descubrir grandes nombres en la sombra, poetas que por una circunstancia u otra, hoy no ocupan el lugar que merecen y sin embargo construyeron una obra notable, eso me encanta… mi último descubrimiento ha sido Luis Felipe Vivanco, un poeta sensible, cuidadoso, sensitivo, para mí, todo un hallazgo.
P.- Ya para acabar, ¿qué estás haciendo ahora?
R.- Estoy preparando una antología de la Generación del 36. Una generación que no tiene la aureola genial de la Generación del 27, pero con grandes nombres y mucho interés, Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Vivanco, Rosales, Carmen Conde, Ridruejo… hay mucha buena poesía en todos ellos.
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