El pasado día 11 de febrero se presentó en el Patronato Municipal Adolfo Lozano Sidro, de Priego de Córdoba, el libro titulado Tácticas interiores, de Fernando Sánchez Mayo dentro de la colección Manantial, que la Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Priego de Córdoba viene editando en el Aula Poética que se viene desarrollando en esa bella ciudad prieguense.
Mari Cruz Garrido, poeta y coordinadora del mencionado ciclo de poesía dijo que Fernando Sánchez Mayo es un poeta limpio en estructuras, poco complejo y, sin embargo, gran artífice del verso y su manejo como vamos a poder comprobar no solo en este hermoso libro "Tácticas interiores", sino en toda su trayectoria poética y en su pequeño pero maravilloso librito de haikus. En sus poemas se puede observar, sobre todo, una constante búsqueda interior a través de las vivencias cotidianas, los días, los meses, los años, que transcurren a veces, si darnos cuenta pero que van calando y dejando una profunda huella en el camino. Otro de sus temas primordiales es el tiempo como mediador de estas viviencias y la lucha incesante contra la rutina e ignavia cotidiana. Un querer estar y permanecer vivo en el recuerdo, el fluir del tiempo, el equilibrio, la búsqueda existencialista del ser humano, la paz. Su poesía cíclica enumera las noches, las estaciones, los meses. Hace, ante todo, una reflexión sobre la vida misma, una llamada al despertar. Es un Carpe Diem, pero reflexivo avisando al ser humano de la fragilidad del ser y estar vivo, todo esto con una cantidad de epítetos y encabalgamientos que hacen fácil y nada pretensiosa su lectura. En conclusión la poesía de Fernando, gran parte de ella de métrica libre, está cargada de pensamientos reflexivos y de sosiego: "Debemos preocuparnos del mañana, pero sin olvidar y disfrutar de este presente que hoy tenemos". Por lo tanto nos muestra a la vez que la nostalgia por el pasado un aire de esperanza y positivismo ante el ciclo de la vida. Los adjetivos usados en sus poemas y los versos semánticamente sobrecogedores nos invitan a la reflexión y a la sabia aceptación de la misma vida en sí.
He aquí uno de los poemas del libro.
Verano
Los interminables calurosos días
como una laxitud detenida
escoltan al seco paisaje derrotado
por el ávido lentísimo fuego.
Nadie diría que los pastos fueron
luminosa verde hierba erguida que soñara
de mañana a la tarde con tocar el cielo.
La destrucción llega en calma abrasiva,
despacio, lentamente,
inundando a los cuerpos
de su trágico color para la muerte.
O sería mejor decir: inundando a los cuerpos
de su mágico color para el olvido.
El olvido de existir. Eso sería más acertado.
Vivir para vivir el olvido de la existencia,
la existencia anodina, insípida,
de tantas tardes siendo devorados
por la leve llama que ejerce
la trágica misión del estallido.
La vida es una pira oculta
que aniquila en la sombra,
entregada, activa, dispuesta a cumplir
el deber que le otorga el destino.
El mismo destino de siempre.
El destino de la aniquilación.
Y aquí estamos y aquí seguimos
dando cumplimiento
a las horas veraniegas,
aprendiendo del resquemor ancestral
que nos guía en la sapiencia de saber
que todo concluye.
Los interminables calurosos días
como una laxitud detenida
escoltan al seco paisaje derrotado
por el ávido lentísimo fuego.
Nadie diría que los pastos fueron
luminosa verde hierba erguida que soñara
de mañana a la tarde con tocar el cielo.
La destrucción llega en calma abrasiva,
despacio, lentamente,
inundando a los cuerpos
de su trágico color para la muerte.
O sería mejor decir: inundando a los cuerpos
de su mágico color para el olvido.
El olvido de existir. Eso sería más acertado.
Vivir para vivir el olvido de la existencia,
la existencia anodina, insípida,
de tantas tardes siendo devorados
por la leve llama que ejerce
la trágica misión del estallido.
La vida es una pira oculta
que aniquila en la sombra,
entregada, activa, dispuesta a cumplir
el deber que le otorga el destino.
El mismo destino de siempre.
El destino de la aniquilación.
Y aquí estamos y aquí seguimos
dando cumplimiento
a las horas veraniegas,
aprendiendo del resquemor ancestral
que nos guía en la sapiencia de saber
que todo concluye.
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