jueves, 1 de diciembre de 2011

Zubia: poesía y legado, de José Luis Esparcia

Se acaba de presentar en La Ermita de Bodegas Campos, en Córdoba el libro Zubia: poesía y legado, de José Luis Esparcia. Presentó el acto el poeta Manuel Gahete y acompañó al autor también el componente de Cántico Ginés Liébana que es quien ha aportado la inconfundible portada con uno de sus ángeles. El libro ha sido publicado por la editorial Cultivalibros y según el propio autor se dice lo siguiente del grupo poético Zubia: "Zubia, el grupo poético más compacto y relevante de Córdoba tras Cántico, dejó huella evidente en el alma literaria de la ciudad; pero el reconocimiento que en su día tuvo, no traspasó otras fronteras. Después, el tiempo fue engullendo en su bruma espesa el propio sentido del grupo que en los años setenta y ochenta tuvieran los poetas que lo formaron. Este libro trata simplemente de recordar. Un recuerdo que, sin ánimos de sentar principio alguno, es, sobre todo, de justicia. Y si la justicia en poesía tan poco habitual, al menos la resistencia al olvido ha de ser una de las armas que hagan de los merecimientos viva realidad. Por ello, sin más pretensiones, este libro quiere dejar un leve reflejo de la gran altura poética y del legado que Zubia transmitió en unos años nada fáciles para despuntar en la poesía."

Aunque alrededor del grupo Zubia hubo otros poetas que hicieron su camino en otros grupos o eran poetas más jóvenes y que todos participaron de una relación poética común en la ciudad de Córdoba, son cinco los poetas que permanecieron compactos como grupo hasta el final: Francisco Carrasco, Carlos Rivera, Mercedes Castro, Manuel de César y Lola Salinas.
A continuación exponemos un poema de cada uno a modo de homenaje.

Cuando ayer es ya una huella

Hoy he desalojado de la pequeña alcoba
de la memoria, aquella canción de la tristeza.
Cada día tiene una música diferente
en el viejo piano del corazón. Ahora
dejo crecer la hierba de oro y amaranto
en la pared profética,
que las manos arriesgan
la azul enredadera de los días futuros,
y el animal confina sus pasos en la sangre.
Ayer es ya una huella de algo, que ha quedado
amarilla en el hondo almanaque del alma.
Pero amamos aquello que no es solidario,
cuando hemos aprendido el nombre de las cosas
y en el pecho deserta el fantasma del tedio.
He buscado en el signo la virginal materia,
lo maternal que asume en su canto la vida,
la mesiánica, dulce vocación de la lluvia.
Aquí tengo en vigilia las crisálidas horas
que amamantan el tránsito a un universo nuevo.
                                              ( Humano exilio )

                               Franciso Carrasco



Niños de los cuarenta

Una caterva de cisnes chapoteando indefensos
después de la galerna
                           sobre una naúsea subhumana
eso fuimos
             niños de los cuarenta
en alpargatas los pies y el corazón
ahogados entre cirios y novenas
atascados los silbos y las alas
entre constelaciones de cadáveres
derrotados o victoriosos.
A uñas de sueños fuimos marchitándonos
cavándonos la fosa de la juventud
prietas las filas de deseos rotos
sedientos de montañas nevadas imposibles.
                                        ( Los destierros )
                                    
                                Carlos Rivera



Escánciame ese vino en las manos,
quiero el escalofrío de esta sangre distinta,
quiero acostar la tarde antes de que la fiebre
nos dicte desatinos y caprichos insólitos.
Mírame las estrellas, cuéntame las estrellas
y di si no parecen cicatrices sagradas,
si no es posible que de algún modo idéntico
la humilde ceremonia del tiempo reconstruya
los dispersos pedazos de nosotros.
                              ( Paisaje de la sangre )

                                   Mercedes Castro


Psalmus Tristitiae

Vasta hermana de hondos ojos
del dolor ya muerto
tú que conoces mi sendero
y sabes qué venas tengo tiernas
qué recuerdos me ladran en la noche
me persiguen hasta dentellearme
qué brillos me acorralan en esta cueva estéril
libértame en tus brazos bondadosos
viejas ramas de almezo para un pájaro húmedo.

Nadie tengo que cuide mi alma
y por eso a ti clamo
a mi derecha la soledad
un edificio alzado de cenizas
y en la mano la perla enferma del ayer.

Atiende a mi clamor
sé mi cobijo ahora
mi porción en la tierra de los vivos
ya sola musa mía.
                ( Inentario de nubes )

               Manuel de César


Y no volver
quedarse para siempre
morir sobre las cúpulas
sobre los brezos
las azules gaviotas de la noche
bebernos de un grito las hortensias
y anclar la piel
mientras la luna tiembla
mientras tus ojos
tus cabellos
el ánfora del tiempo
se cubre de luciérnagas
Y no volver
dormir tus labios
tus manos con nenúfares
                    ( Cuando nos busque abril )

                    Lola Salinas

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