FSM.- José Manuel, acabas de publicar “La lentitud de los
triángulos”. ¿Qué es y qué significa para ti la publicación de este nuevo libro?
JMMP.- El librito lo componen dos poemas largos: ‘La lentitud de los triángulos’ y ‘Dentro de Shakespeare’, que fueron premiados en las Justas Poéticas de Reinosa y editados en Cantabria en un pequeño cuadernito, junto al cuento ganador de aquel certamen. Cuando Calixto Torres me ofreció la oportunidad de participar en su colección Año XIII me pareció que estos dos poemas, publicados juntos, mostrarían una cierta complementariedad de lo que vengo haciendo. De una parte, la indagación en los distintos niveles de asumir una misma experiencia, de modo que la ‘poética’ sería la manera de asumirla en relación a la totalidad de mi vida, una perspectiva que no puedo adoptar desde la razón o el sentimiento, siempre encerrados o abocados al saber y a lo inmediato. Cada presente queda misteriosamente abierto y ensancha nuestra perplejidad y admiración ante el extraordinario hecho de poder asumir la existencia desde la conciencia, y no desde la mera supervivencia o autosatisfacción, y eso creo que es una de las cosas que se celebran en el poema. Y por otra parte, en el segundo texto del librito, está la evidencia de que tal experiencia poética es siempre contracultural, porque la poesía, tal como la concibo hoy, no solo supone una crítica al supuesto ‘saber’ del yo sino que por eso mismo abre una posibilidad de desmontar la armazón cultural que nos sirve de interpretación de nosotros mismos y del mundo. La experiencia poética no pretende una nueva interpretación del mundo y del hombre, sino que va más bien contra toda interpretación, contra toda instalación en el ‘mundo interpretado’, que decía Rilke. Dicho esto, la alegría de publicar un librito de poemas tiene siempre que ver con la gente que te quiere, no es la satisfacción por acumular una cosa en la estantería, sino la alegría por provocar un nuevo encuentro, que nunca sabemos cuándo ni cómo se producirá. En este caso concreto, me ha dado la oportunidad de conocer a nuevos hermanos, como el editor Calixto Torres, que ha tenido una hermosa idea y la valentía de inventarse el futuro en estos tiempos tan sombríos.
JMMP.- El librito lo componen dos poemas largos: ‘La lentitud de los triángulos’ y ‘Dentro de Shakespeare’, que fueron premiados en las Justas Poéticas de Reinosa y editados en Cantabria en un pequeño cuadernito, junto al cuento ganador de aquel certamen. Cuando Calixto Torres me ofreció la oportunidad de participar en su colección Año XIII me pareció que estos dos poemas, publicados juntos, mostrarían una cierta complementariedad de lo que vengo haciendo. De una parte, la indagación en los distintos niveles de asumir una misma experiencia, de modo que la ‘poética’ sería la manera de asumirla en relación a la totalidad de mi vida, una perspectiva que no puedo adoptar desde la razón o el sentimiento, siempre encerrados o abocados al saber y a lo inmediato. Cada presente queda misteriosamente abierto y ensancha nuestra perplejidad y admiración ante el extraordinario hecho de poder asumir la existencia desde la conciencia, y no desde la mera supervivencia o autosatisfacción, y eso creo que es una de las cosas que se celebran en el poema. Y por otra parte, en el segundo texto del librito, está la evidencia de que tal experiencia poética es siempre contracultural, porque la poesía, tal como la concibo hoy, no solo supone una crítica al supuesto ‘saber’ del yo sino que por eso mismo abre una posibilidad de desmontar la armazón cultural que nos sirve de interpretación de nosotros mismos y del mundo. La experiencia poética no pretende una nueva interpretación del mundo y del hombre, sino que va más bien contra toda interpretación, contra toda instalación en el ‘mundo interpretado’, que decía Rilke. Dicho esto, la alegría de publicar un librito de poemas tiene siempre que ver con la gente que te quiere, no es la satisfacción por acumular una cosa en la estantería, sino la alegría por provocar un nuevo encuentro, que nunca sabemos cuándo ni cómo se producirá. En este caso concreto, me ha dado la oportunidad de conocer a nuevos hermanos, como el editor Calixto Torres, que ha tenido una hermosa idea y la valentía de inventarse el futuro en estos tiempos tan sombríos.
FSM.- ¿Podrías hablarnos algo del resto de tus libros
publicados?
JMMP.- Comencé a escribir muy joven, pero siempre tuve
suficiente sentido común como para saber que mis cualidades ‘literarias’ no
aportarían nada significativo, y por esa razón nunca ambicioné publicar. En
realidad, en mi vida siempre me ha parecido mucho más decisiva la lectura que
la escritura. Pero con el paso del tiempo, y mis interminables conversaciones de
juventud con mi maestro Pedro Villarejo, me fui dando cuenta de que la poesía
no tenía nada que ver con la literatura, y de que uno debe seguir su camino
hasta donde le lleve, sin importar a dónde le lleve, sin desear siquiera que le
lleve a ninguna parte. Simplemente hay que andar hacia delante todo lo que se
pueda. Esta ausencia de ‘metas’ ha sido fundamental en mi vida, porque me ha liberado
de ambiciones angustiosas y me ha hecho reconocer que el camino es lo único que
importa, y además es mucho más interesante que la meta. Tal vez la literatura
tenga algo que ver con las metas del escritor. Pero el poeta ni es un escritor
ni tiene metas, entre otras cosas porque no sabe a dónde va, aunque sabe que va.
Por esta razón, los libritos que han ido surgiendo en ese camino son ‘libros’
según los que los ven desde fuera, porque son objetos de papel, con páginas y
letras. Pero yo no escribo libros, escribo poemas. Y no escribo poemas para que
después sean libros, sino simplemente porque tengo que escribirlos cuando
alguna experiencia concreta me zarandea y me saca de lo que ya sabía. El hecho
de la escritura del poema significa, creo yo, que voy siendo consciente de que
la vida es una especie de tránsito misterioso, una especie de estadio no
fáctico, que la razón bien puede frustrar encerrándose en su saber, atrincherándose
en su propia supervivencia, pero que la conciencia bien puede abrir, aunque esa
apertura carezca de las garantías del conocimiento y de las seguridades del
poder. Es posible que este sea el ‘camino’ que se pueda deducir de los libritos
que han ido apareciendo: ‘Lógica de la perplejidad’, ‘El hombre prohibido’, ‘El
espejo vacío’, ‘Crítica de la nada’, ‘Cuaderno de la pobreza’, ‘Todavía la
noche’… Puede también que una mirada hacia atrás consiga descubrir ciertas
obsesiones, temas, formas… y que en base a eso se pueda decir algo desde el
punto de vista literario sobre lo que vengo haciendo, pero sigo pensando,
porque ahora soy más lúcido que antes, que no hay ningún ‘valor’ literario
significativo en lo que he hecho. Lo único que puedo defender es que he sido
honesto conmigo mismo. La historia literaria está hecha para los escritores. No
entiendo cómo los poetas han querido entrar por ese camino. Me parece que eso
ha ayudado mucho a confundir las cosas. Pero cada uno es muy libre de pensar y hacer
lo que crea oportuno.
FSM.- Has publicado ya
casi una decena de libros de poemas, dime, ¿qué se aprende en este ejercicio de
la actividad creativa poética?
JMMP.- Cada vez estoy más convencido de que el poema
manifiesta una determinada experiencia de tensión interior entre la razón
(ideas, creencias, sentimientos, etc.) y la conciencia (lo que yo llamo la
‘pregunta’ por el sentido). La escritura del poema significa que esa tensión es
real. Es cierto que dentro de la razón también tiene lugar una tensión
permanente, por supuesto, que es la que le permite avanzar en el control cada
vez más efectivo de la realidad externa e interna. Y de esa tensión dan fe muy
diferentes modos de discurso (literario, metafísico, religioso, filosófico…)
Por eso no resulta fácil entender que se produce también otro tipo de tensión
que no debe ser confundida con aquélla: la tensión poética, que a mi parecer es
la que se produce entre todo ese mundo de la razón y la conciencia. Hasta que
tengamos un pensamiento estrictamente poético (un pensamiento de la
conciencia), el poema será el lugar de esa especie de ´batalla’: la razón por
encerrar la existencia en lo que podemos saber y la conciencia por abrir el
saber a una existencia cuyo sentido siempre nos desborda. El poema no es una
victoria de la conciencia, por decirlo así, pero sí la confirmación de que ‘hay
partido’, como se dice en el fútbol, es decir, la confirmación de que la razón
no gana por goleada, ni mucho menos, y por tanto ya no hay nada que hacer; o la
confirmación, diría yo, de que nos movemos lentamente hacia una comprensión de
la realidad que tiende a liberarse del horizonte fáctico de la supervivencia.
Para mí, el poema manifiesta esa lucha, y eso es lo que me importa pensar.
Luego, sobre los contenidos formales o temáticos también se puede pensar. Y,
desde luego, la evolución de las formas poéticas a lo largo de la historia
también me parece significativa, sobre todo a partir del simbolismo y la
liberación de la armonía y otros ‘valores artísticos’ impuestos desde fuera.
Pero lo importante para mí es que exista el poema, esa es la pregunta radical.
Los contenidos del poema tendrán mucho que ver con el momento cultural y la
mentalidad del que lo escribe, pero la existencia del poema es ya para mí un
signo totalmente desconcertante que un poeta nunca puede dar por superado.
FSM.- ¿Cómo fueron tus comienzos en la poesía? ¿Cuándo te
das cuenta de que dentro de ti hay un poeta que tiene cosas que decir?
JMMP.- Creo que comencé a escribir poemas a los doce o trece
años. Naturalmente a esa edad yo no tenía nada que decir. Seguramente empecé a
escribir poemas para mantener un diálogo interior, para clarificar el sentido
de mi propia soledad, supongo, o porque ya sospechaba que el mundo estaba ahí
fuera dispuesto a decirme lo que tenía que pensar, lo que tenía que creer, lo
que debía saber, lo que tenía que hacer, lo que podía esperar… en fin, que muy
pronto me di cuenta de que yo tenía que vivir en el mundo, pero que yo no podía
darle al mundo mi vida para que él me la viviera. Mi vida tenía que vivirla yo
mismo, aunque no tenía ni idea de cómo podría hacerlo, ni siquiera sabía si eso
sería posible. Y por eso comencé a escribir, supongo. Han pasado muchos años
desde entonces, pero aún hoy tengo la misma motivación. Se podría decir que es
una simple cuestión de autoafirmación psicológica, pero con el tiempo tengo
cada día más claro que no es un problema del ‘yo’ que pretende ser alguien
frente al mundo de los otros, sino un problema muy distinto y creo que bastante
más complejo: la conciencia aparece como un estadio nuevo en el devenir de la
existencia, pero aparece en el estadio de la vida biológica, que se organiza
racionalmente en orden a la supervivencia. Entonces, la vida humana es
claramente un estadio de transición entre la razón-supervivencia-biológica y la
conciencia como apertura hacia un no sabemos qué. Si fuese un problema de
autoafirmación, ambicionaría el éxito del mundo: tener garantizada la
supervivencia y el reconocimiento. Pero no es así. Mi auténtica ambición es que
la respuesta del mundo no me robe la pregunta de mi propia conciencia, no
frustre mi horizonte, aunque yo desconozca mi horizonte.
FSM.- Todos tus libros de poemas se han publicado gracias a
que has ganado un premio literario. ¿Qué se siente al ganar un premio?
JMMP.- El asunto de la publicación ha sido para mí siempre
un poco misterioso; como una añadidura que en absoluto estuviese prevista de
antemano. Si he querido publicar y me he sentido feliz al hacerlo ha sido por
dos razones: en primer lugar porque sé que esto ha hecho feliz a los que me
quieren y me aprecian, y en segundo lugar porque me ha dado la oportunidad de
compartir algo de mi vida con gente desconocida. Siempre me he preguntado si mi
poesía hubiese evolucionado igual si permaneciese en el cajón de mi mesa. El
ánimo y la crítica que vienen de fuera de uno mismo son muy importantes en la
vida, y creo que ese es el sentido que justifica la publicación de un libro de
poemas. El hecho de haber ganado premios se debe a que me he presentado a
ellos, es decir, que he preferido que mi obra sea leída y valorada por personas
ajenas, que ni siquiera saben que soy yo quien ha escrito lo que están leyendo.
Y eso es como la lotería, sencillamente. A veces he tenido suerte. Lo mejor de
los premios, para mí, es que me han permitido conocer a gente muy buena con la
que sigo en contacto. Por otra parte, publicar y recibir algunos pequeños premios
tiene el inconveniente de que pueden considerarte un escritor, porque todo esto
está indudablemente en el horizonte de la literatura. Sé que es una incoherencia
con respecto a mi manera de pensar la experiencia poética, pero también
reconozco que encerrarme en mi habitación hubiera sido inútil. En el fondo,
todos estamos aquí y ahora, en el mundo que nos ha tocado, compartiendo
nuestras perplejidades y nuestra ternura. Si alguien se considera algo por el
hecho de haber publicado yo creo sinceramente que tiene un problema más que una
virtud.
FSM.- José Manuel, en tu opinión ¿qué debe tener un libro de
poemas para que digamos que estamos ante un libro de calidad?
JMMP.- La calidad es un concepto problemático. Para mí tiene
que ver con la coherencia y la honradez. Si consideramos un poema una obra de
arte, por ejemplo, su calidad dependerá de la maestría en la utilización de los
recursos artísticos que el autor ha manejado. Si consideramos un poema como
algo que tiene que ver con el diálogo entre razón y conciencia, como antes he
apuntado, entonces la calidad depende de otras cosas. Pero es verdad que el
poema es lenguaje, y que la palabra que utilizamos ya está cargada de
significados antes de que la utilicemos, de manera que el poema, en todo caso,
será una lucha del lenguaje contra el lenguaje. Esa lucha puede ser un juego
lúdico y cultural, en el mejor sentido, y su calidad será artística. Pero esa
lucha puede que no sea un juego, y entonces su calidad puede venirle de otros
ámbitos. El problema es que el concepto de calidad lo impone la cultura
dominante de cada momento. Y creo que el concepto de calidad de la cultura
dominante hoy día es una de las evidencias de que nos hemos instalado en una
cómoda mediocridad que nos está asfixiando y de la que no sabemos salir. Un
buen poema, en todo caso, en mi opinión, es el que no instala en la
autosatisfacción al que lo escribe, sino que lo coloca en un estado de expectativa
permanente.
FSM.- De todos tus libros publicados, ¿con cuál te sientes
más satisfecho y por qué?
JMMP.- Antes dije que no escribo libros, sino poemas. Esta
es una pregunta imposible de responder para mí. En tanto mis publicaciones no
se han producido con un propósito inicial, como consecuencia de una intención
de partida, no puedo valorar si eso se ha cumplido o se ha frustrado. Lo
importante para mí es que cada poema prepara el lugar para el siguiente, y que
en ese camino no hay meta posible. Lo que sí te puedo decir es que el poema es
mi forma de existir desde la conciencia. Si concibiera la existencia desde la
razón o la supervivencia, escribiría otras cosas. Creo que todos mis libritos
caminan hacia ese horizonte, con los altibajos lógicos que tiene la vida.
FSM.- Has ejercido el periodismo, ¿te ha influido esa
actividad en la conformación de tu poética?
JMMP.- Yo he trabajado de redactor de un periódico durante
algunos años, aunque la mayor parte de mi vida laboral lo hice en el taller
donde se editaba. El periodismo era una profesión hermosa cuando servía para
clarificar la realidad de lo que acontecía, como aquello de limpiar el grano en
las eras, antiguamente. Pero después se ha convertido en otra cosa, y parece
mentira que el proceso de apropiación que ha hecho el poder de sus servicios le
haya resultado tan fácil y tan barato. Supongo que al trabajar en un periódico he tendido una especie de
ventana privilegiada para conocer y comprender los procesos de creación de la
pseudorealidad en la que se asienta la sociedad actual, y eso, por reacción,
supongo que me ha servido para aferrarme a una poética que toma partido, por
decirlo así. Toda poética debe tomar partido, sin duda. En mi caso, tengo muy
claro que el poder, como quintaesencia de la razón y la supervivencia, debe ser
contestado sistemáticamente por la conciencia, que no pretende sobrevivir sino
vivir. Que la gente aspire a sobrevivir es una de las evidencias que nos
confirman que se está produciendo una involución terrible. Toda forma de poder
tiene que ver con la animalidad.
FSM.- Podrías definir lo que es para ti Poesía.
JMMP.- Las definiciones pertenecen al ámbito de lo racional.
Es como delimitar y conocer plenamente algo. Como llevar algo al terreno de la
razón, para tenerlo ahí controlado. La experiencia poética es todo lo
contrario. Tiene que ver con la pregunta por el sentido, no con las respuestas.
La respuesta ha tenido mucho recorrido histórico, se ha ido explicitando desde
muchas perspectivas complementarias: la religión, la filosofía, la metafísica, la
literatura, la ciencia… La pregunta, sin embargo, cada vez ha sido más ocultada
y vive ahora bajo una inmensa capa de respuestas. Para mí la experiencia
poética es la instalación en la pregunta, y el esfuerzo cotidiano porque
ninguna respuesta me impida caminar hacia ese horizonte.
FSM.- ¿Qué poetas han dejado en ti la impronta de la memoria
y el recuerdo de saber que a ellos les debes algo?
JMMP.- Tenemos una tradición maravillosa e inabarcable. A
los poetas que vuelvo una y otra vez son san Juan de la Cruz, Pedro Villarejo, Rilke,
Borges, Gamoneda, Vicente Haya, Silvio Rodríguez, Amancio Prada, Serrat,
Antonio Machado, Cervantes, Valente, Celan, Aleixandre, Lorca, García Calvo…
FSM.- José Manuel, ¿cuál es o debe ser la misión de la
poesía?
JMMP.- La cuestión de la utilidad también me parece que cae
dentro de la razón, que para estas cosas es muy sabia. Prefiero pensar que la
poesía no tiene ninguna utilidad, en el sentido de que no puede ser utilizada.
Yo creo que la poesía es un quehacer de la conciencia, y ese quehacer cotidiano
resitúa al hombre en el mundo de una determinada manera, que tiene que ver con
la pregunta por el sentido, es decir, que tiene que ver con la vida abierta a
una especie de novedad inaudita y no con la vida encerrada en el control de la
supervivencia. Pero esta actitud en sí misma ya supone una toma de partido
bastante radical contra toda forma de conformismo o de poder. Por eso me parece
un fraude el que dice tener una experiencia poética y luego vive pendiente del
éxito o el halago.
FSM.- Y para acabar nos gustaría que nos dejaras con un
poema tuyo y nos digas por qué lo has elegido.
JMMP.- Antes quiero agradecerte, de todo corazón, esta
entrevista, pues para mí supone un gran honor compartir espacio en tu página
junto a grandes poetas amigos tuyos a los que has tenido la generosidad de
unirme. Te dejo un poema del librito ‘Todavía la noche’ que se titula
‘Alberca’. Quizá se me ha ocurrido elegirlo como homenaje a Atalaya, mi pueblo,
donde ahora tengo la suerte de vivir, en cuyos huertos me gusta perderme para
escuchar.
alberca
Quiero mostraros lo que acontece en la pobreza:
el olvido gesta una luz inmóvil
que atraviesa la distancia de los inviernos
llueve sobre la alberca de los niños
que se han dilatado jugando con el frío
hay algo atormentado en el aire
como la densidad de las cerezas abandonadas
entonces una fecundidad desconocida
rasga fugazmente el filo blanco de la sombra
y abre grietas hasta que las hojas de la luz
irrumpen sobre la superficie de la tristeza
y estás allí, como en el centro de un gran jardín
desconocido
sin saber quién ha colocado sobre tus hombros
el peso de la serenidad
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