FSM.- En primer lugar, Juan Carlos, enhorabuena por ese gran premio Manuel Alcántara obtenido a un solo poema. Y aprovechando que has escrito un hermosísimo texto poético que ha competido con otros miles, podrías decirnos para Paraninfo Poético qué debe tener en tu opinión un poema para que resulte bueno, redondo, completo, acertado y lleno de calidad.
JCA.- Supongo que ha de tener una buena historia detrás. Es difícil conseguir esa buena historia en el transcurso de la vida real, indagar en nuestra vida, para luego poder desarrollarla en un poema. Hay que investigar lo que nos pasa. Por lo demás, un poema es un ejercicio de inteligencia emocional. Yo le pido a un poema que ahonde en esas claves de nuestro tiempo pero que, a la vez, emocione.
FSM.- ¿Cómo y cuándo empiezas a escribir poesía y por qué?
JCA.- Empecé cuando tenía 12 años más o menos, aunque eran poemas infantiles, diría yo. Luego con 14, en plena adolescencia, ya hacía poemas de tipo amoroso. Eran muy romanticones, rimados y malos, que no guardo desgraciadamente. Creo que cualquier poeta empieza a escribir por una necesidad de expresarse: la poesía es otra vía, una vía que está ahí y aunque todos la intuyamos no todos se lanzan a explorar ese lenguaje. Poco a poco fui adentrándome en ella siempre movido por necesidad de decir.
FSM.- ¿Qué es para ti la poesía? ¿Podrías darnos una definición?
JCA.-Pues algo de lo que te he dicho. Es un ejercicio de inteligencia emocional, o al menos así la considero ahora mismo en esta etapa de mi vida. Además, me interesa indagar en las experiencias de lo cotidiano para extraer de ellas claves abstractas, comunes denominadores.
FSM.- Has escrito unos cuantos libros de poesía y, entre los primeros, si no me equivoco, fuiste premio Federico García Lorca 1996 con Un intruso nos somete, y accésit del premio Adonáis 2000 con El laberinto azul (2001), ¿qué tipo de poesía abordas en esta primera etapa de tu poética?
JCA.- En mi primer libro se planteaba el tema central de la mirada nostálgica de la infancia, vista desde una adolescencia poco feliz. Había un poso de la poesía de la experiencia pero precisamente rompía con esa visión plana, y así los escenarios eran rurales, cosa que no se había visto en la poesía de la experiencia, y el personaje literario estaba dibujado según otros patrones menos normales. El segundo libro es una visión metapoética, un intento de rizar el rizo en aquellos tiempos en que no se sabía bien por dónde iba la poesía. O al menos la generación que quería hacer algo distinto a la poesía de la experiencia no lo sabíamos. Busqué mi propio camino, pero era muy difícil. Me alejé de la poesía de la experiencia y me arriesgué. A partir de ahí se podrían ver otros temas del libro.
FSM.- Siete años más tarde publicas Crisis (2007), ¿era eso una premonición del tiempo que estamos viviendo en este momento? ¿Dirías que en cada poemario tuyo se advierte un cambio? ¿Qué nos puedes decir de este libro?
JCA.- Mi tercer libro tiene que ver con una crisis de lenguaje, una crisis de valores, ideológica y a todos los niveles. Pero para un poeta, descreer del lenguaje es lo más peligroso que pueda existir, por eso es un libro tan hermético y extremo. Sin embargo es el libro que más satisfacciones me ha dado. Cada libro mío sí, es distinto. De hecho mi último libro también asume cambios radicales. Mi poesía es polifónica.
FSM.- Has escrito crítica literaria en numerosas revistas, ¿condiciona escribir crítica literaria a la hora de crear poesía?
JCA.- No lo creo. Escribir crítica literaria a mí me sirve para ganarme la vida como profesor de universidad y también para mantener el contacto activo con las novedades. Como bien sabes, no todos los poetas saben escribir crítica, que es otro género distinto, un género que hay que cultivar como cualquier otro. Me gusta la crítica pero la poesía es algo distinto. Se puede escribir crítica a diario pero no se puede escribir poesía a diario, o al menos yo no.
FSM.- Juan Carlos, ¿cuáles son tus poetas de cabecera o tus referentes literarios?
JCA.- Hay muchos, me refiero a si tuviéramos en cuenta a los clásicos y a los contemporáneos. Pero, actualmente, siempre lo he dicho, Luis García Montero es uno de los poetas más interesantes, aunque hay otros igual de importantes como Felipe Benítez Reyes, por ejemplo. Ambos me influyeron mucho desde mis inicios y ahora los sigo leyendo con devoción. Fabio Morábito o Antonio Deltoro están al mismo nivel, Piedad Bonnett, Hugo Mujica, todos son grandes poetas, con trayectorias sólidas y de referencia no solo para mí sino en lengua española y, aunque distintos, de todos se aprende. Pero hay muchos más nombres que podría citar aquí. No se es buen poeta por el estilo que practiques, sino por la calidad de la poesía que realices.
FSM.- Podrías por favor hablarnos de la revista Paraíso que diriges.
JCA.- La revista se hace en Jaén, auspiciada por la Diputación y la Universidad. Es una plataforma para los poetas jiennenses, que están en diálogo con poetas españoles y de Hispanoamérica. Ya van siete números y estamos maquetando el 8. Intenta ser, además de un documento con textos, un objeto estético, y siempre se ha cuidado mucho su edición, el tipo de papel, las ilustraciones… en los dos últimos números se ha ocupado de la cubierta y las ilustraciones Ginés Liébana, el mítico pintor de Cántico…
FSM.- ¿Crees que a la poesía se le está dando en este momento histórico la importancia que se le ha dado en otras épocas?
JCA.- Sí, incluso más. Hay un mercado, aunque pequeño, en España, y eso no sucede en otros países. Ese mercado se lo debemos a la poesía de la experiencia, que se esforzó en crear una estética cercana al lector. En estos últimos años, al calor de la influencia que las vanguardias están teniendo, ese lector está huyendo. Cuando alguien se acerca a la librería a buscar un poemario interesante y lo abre pero no lo comprende, lo deja y al final compra otra cosa. Los poetas no pueden escribir solo para poetas. Hay que indagar en el lenguaje y todo lo que tú quieras, pero no podemos convertir la poesía en una jerga para iniciados.
FSM.- ¿Para qué sirve la poesía? ¿Tiene alguna misión?
JCA.- La poesía sirve para muchas cosas, pero no tienen utilidad en el sentido clásico. Decía Kant que la poesía no servía para nada, pero es evidente que se equivocaba o, mejor dicho, que hacía un análisis de la poesía según su propia filosofía en la que la poesía era algo como gratuito. La poesía no es gratuita, es necesaria, cualquier época, cualquier modo de producción tiene poesía. Sin querer afirmar que sea algo universal, se acercaría.
FSM.- Muchas gracias Juan Carlos por colaborar y contestar tan amablemente a las preguntas. Para acabar ¿podrías dejarnos con un poema tuyo y hacernos un breve comentario?
JCA.- Te dejo este poema que se titula «Desaprender» y es inédito. Forma parte del libro que estoy trabajando, pero voy muy lento, voy poco a poco. Habla de mi infancia, un poco viéndola de otro modo a como la contemplé en otros momentos de mi vida. Ahora el lenguaje es más descarnado e intenta analizar, juzgar y valorar. En concreto yo tuve una vida escolar muy conflictiva, maestros nefastos, en general, y muy malas condiciones. Era todavía una educación muy clasista. Todo eso, y muchas cosas más que me callo, no ayudó a que fuera un buen estudiante o un alumno ejemplar. Solo con los años tuve y pude marcarme mi propio camino. Pero la educación que viví en mi pueblo, en el Jaén rural de los años ochenta, fue muy dura. Jaén, como bien sabes, ha sido quizás la última provincia española en modernizarse, fue quizá la provincia española más deprimida, y ese lastre lo tuvimos que pagar bien caro.
DESAPRENDER
Una vez más se equivocó el instinto
que estuvo callejeando
con el amigo ausente
antes de que se nos hiciera tarde.
Estuvo allí, como un grito pagano,
la estética de la imaginación
al lado de la hormiga alada,
el intervalo del atardecer
secreto, y su complicidad.
Todo iba unido y separado.
Temblor ubicuo, origen
de la escritura autobiográfica.
Si te enrocas
alguien vendrá a salvarte,
si replicas,
incluso si no sabes quién has sido,
por planos inclinados
y falsas perspectivas,
o incluso
si más allá de ti crece el desierto,
no te conformes.
No, no importa
si todo esto ha sucedido.
Tienes que recordar quién eres,
y en el camino inverso que recorres
del nosotros al yo, el gesto
que te satisfacía.
Nubes hasta el final del cielo, ves
vacío el borde del vacío,
lecciones de rencor
en la pizarra, inolvidables.
Tu escuela estuvo unida
a un sedimento de maldad
en la conciencia de los mejores propósitos,
pero también a la prueba arrugada
en la ribera del aburrimiento.
Parece que fue ayer. Un maestro
te inculcó el miedo y te volvió rabioso,
adoctrinándote en los recados
científicos de la superstición
y en los castigos.
No tenía problemas, los buscaba
en mí, burbujeando,
cuando el invierno era invierno.
En ti, que no conoces el orgullo.
Todo está unido, se separa
y entre el fango y los líquenes
ya sólo me dedico a lo que importa,
juego y revivo con mis manos
líquidas aventuras, voy al rescate
de la impuntualidad
a cualquier hora, aquel lejano asombro
frente al río, los árboles que hablaban
y todas las pasiones
que no fueron leyenda, la lealtad.
¿Es más rápido el ojo?
Antes de que se haga más tarde
para aprender
la enfermedad de cada uno,
antes de que despiertes
y vuelvas del pasado
y sus merodeadores,
recupera tan sólo
la abreviatura de los sueños.
Antes de esta joven renuncia,
y habrás desaprendido.
(Inédito)
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