JCC.- En algún momento, entre mi infancia y juventud, cuando
pasaba las horas ante un baúl lleno de libros que había en mi casa. En aquellas
horas suspendidas en el vacío, los versos, de pronto, se volvieron chispazos en
mi pensamiento. A los trece años empecé a escribir los primeros poemas y a leer
poesía de forma continuada. Toda mi vida luego ha estado vinculada a la poesía,
aunque la convicción ha sido más reciente, cosa que debo agradecerte a ti, que
me animaste mucho a ello y a Manuel Patiño que me dio la oportunidad de
publicar mis dos primeros libros. Os agradezco mucho esa ayuda inicial que todo
poeta necesita.
FSM.- Hace poco fuiste nominado al premio Solienses por tu
libro titulado La ciudad de los ángeles. ¿Qué significó estar entre los
finalistas y de qué va este poemario?
JCC.- Satisfacción, mucha satisfacción. Con la nominación me
di por premiado. Y me ha servido para tomar conciencia de la necesidad de
escribir con un fuerte sentimiento de las raíces para buscar los universales.
Mis raíces están en Los Pedroches y en mi pueblo, Villanueva de Córdoba, que no
suelo tratar como tema pero sí constituye mi fuente de inspiración primicial,
sobre todo en lo que se refiere a adentrarse en el encinar y en la vida austera
jarota y que son las gnosis que originan mi escritura. En cuanto a “La ciudad
de los ángeles” creo que responde a aquel verso de Dante que dice “en medio del camino de la vida, me perdí
por una selva oscura”. El libro consta de tres partes: errancia, advocación y
epifanía. Son a modo de tres movimientos a cerca del sentimiento oceánico:
recuperación de la palabra, advenimiento del amor y manifestación del sentimiento
de lo absoluto. Está incardinado por un símbolo interno que es el bosque y un
símbolo externo que es el ángel.
FSM.- ¿Podrías hablarnos de tu primer libro El mar de los
veranos?
JCC.- Este poemario
versaba sobre lo efímera que es la felicidad y la plenitud en las edades de la
vida. Estos poemas estaban escritos en unas versiones previas que se perdieron y
los volví a escribir desde lo que recordaba de ellos. Me sorprendió comprobar
que los poemas no se pierden, sino que se adhieren como Jonás al vientre de la
ballena y esperan para salir. Estos poemas están incardinados en el símbolo del
mar, el mar anhelado y anhelante, aludiendo a Juan Ramón Jiménez, porque este
mar que yo buscaba no era sino el interior.
FSM.- En breve se va a presentar tu nuevo poemario Bajo
racimos de uvas rojas. ¿Podrías anticiparnos algo sobre el contenido de este
nuevo libro?
JCC.- Este poemario responde a lo que María Zambrano decía
sobre que cuando vemos con mucha claridad una de nuestras edades, es porque ha
muerto. Es un regreso a la casa de mi infancia y juventud para evocar aquella
edad en un canto agónico y darle sepultura en las raíces de la parra alta de
uva roja. Para que la vida pueda seguir hay que soltar lastre. El símbolo que
incardina este poemario es la crisálida, donde radica el don de la metamorfosis
aludido por Elías Caneti.
FSM.- José, ¿a qué poetas admiras y cuáles crees que han
dejado en ti una mayor influencia?
JCC.- Es difícil precisar influencias entre tantas lecturas.
Escribes y van apareciendo influencias, unas conscientes
y otras no. Esto es lo sorpresivo de la escritura. Cuando escribí “La ciudad de
los ángeles” arranqué de la concepción de los ángeles de Rilke, pero en el
resultado, entiendo, nadie encontró a Rilke, sino al Aleixandre surrealista de
“Pasión de la Tierra” que tenía olvidado entre mis lecturas de juventud y al
Lorca de “Poeta en Nueva York”. Las influencias son paradójicas. Actualmente
presto mucho interés a la poesía de San Juan de la Cruz, Góngora y Manuel
Gahete. Es este un interés más por el paradigma de sus escrituras respectivas
que por escribir al modo de ellos. Conscientemente reconozco que el uso de la
elipsis y la irrupción de temas de forma aleatoria lo he rumiado leyendo mucho “La
tierra baldía” de Elliot. La llamada escritura automática la he tomado sobre
todo de los surrealistas andaluces como Alberti, Lorca y Aleixandre. He
buceado, como he podido pues es inglesa, en la que entiendo es una exquisita
sintaxis metaforizante en el poeta modernista estadounidense Wallace Stevens.
Pero la poesía que más me interesa es la poesía mística, que es donde las ideas
estéticas y el sentido del uso del lenguaje quizás ha llegado a lo más alto en
poesía.
FSM.- Siendo la poesía un género minoritario, ¿por qué crees
que se sigue escribiendo poesía?
JCC.- Tengo mis dudas sobre que la poesía sea un género
literario. Desde luego, el lector de narrativa no es el mismo que el de poesía.
El fenómeno de la narración está muy ligado a la memoria, a la imaginación y a
un discurso que sustente un relato lógico del mundo, en cambio, el de la poesía
está más ligado a la contemplación, a la aprehensión de lo irracional, a la
captación del símbolo y la paradoja ... La disolución postmoderna de los
géneros no es posible completamente, no sin el riesgo de acabar con la propia poesía. Todas las artes y géneros
pueden adjetivarse, en un momento y características dados, de poéticos, pero
sólo en la poesía es sustantivo. La verdadera razón de que se siga escribiendo
poesía no es comunicativa ni filosófica ni lingüística, con serlo también, sino
singularmente espiritual, es la necesidad del ser humano de comprobar sus coordenadas
de temporalidad, individualidad y materialidad: es decir, saber acerca de su status creaturae.
FSM.- Podrías darnos una definición de poesía.
JCC.- En esto creo que tengo una idea atípica. Permíteme que
conteste, explicando el proceso que sigo con la palabra. Esencialmente, poesía
es aquello que se hace con una intención poética. No hay canon. Esto que dicho
así parece simple, se complica un poco. Desde luego no es todo vale. Desplegar
intención poética es desplegar internamente un lenguaje singular -y por tanto
discontinuo del social y lingüístico objetivo-, a base de significados,
símbolos, referencias propias… para una idea, emoción, sentimiento, percepción…para
verterlo en las palabras de una lengua. Luego ese lenguaje interno ya es estética,
entonces, la palabra, adopte la característica que adopte, no será funcional,
conversacional, lógica u objetiva sino singularmente poética. Esa poeticidad no
viene dada por arte externo aplicado a las palabras, sino por ritmos, sentidos y valores estéticos
que están en el ámbito del lenguaje interno y que se plasman en el ámbito de
una lengua, aunque sea la lengua la que configura continuamente al lenguaje interno.
Rilke decía que paseando por la playa, oyó en su cabeza los primeros versos de
su elegía. Otros poetas, con los que he hablado, dicen lo mismo, pero no es mi
caso. Respeto y disfruto a los poetas de la sonoridad. Pero la música en poesía
para mí es un misterio al que no tengo acceso. Si me lo propongo, puedo
imaginar su sonido, claro está, pero, de hecho y proceso lector, para mí, las
palabras surgen en el silencio, cuya mejor alegoría es el silencio profundo del
encinar de la dehesa; la palabra, entonces, surge como un destello de luz sobre
la espuma de las olas, en su apariencia ideovisual. Por poner un ejemplo: idea,
del griego y concepto, del latín; la primera tiene unas características
etimológico-ideográficas que la hacen más sensible que cerebral, lo contrario
que a la segunda. En el mismo sentido, que Góngora y Lezama Lima me parecen,
ideográficamente, más sensoriales que Quevedo y Borges. Para mí la poesía se
hace para la lectura y en silencio se lee. La palabra de poema es el ruido
visual que surge en el silencio del pensamiento, cuya mejor elaboración que
conozco es el silencio sanjuanista.
FSM.- ¿Cómo ves el panorama de la poesía cordobesa?
JCC.- Pues creo que
habría que empezar a considerar que hay más cosas que la poesía de Cántico.
Luego habría que superar el desinterés de los unos por los otros. Tendrían que
ser los propios cordobeses los que estudiasen su propia poesía sin esperar a
que vengan los de fuera a revalorizarla. Los grupos y las generaciones acuñados
no bastan para estudiar la poesía cordobesa porque hay autores que se
incorporan más tarde o no se integran. Se escribe mucha poesía, pero hay poco
interés teórico por ella. Lo importante, creo, es que haya análisis y criterio
sobre lo que se va escribiendo, no sea que nos ocurra como al siglo de oro de
la poesía latina que después de creerse su propia efervescencia sólo hayan
quedado Catulo y Marcial para la posteridad. Para mi gusto, uno de los asuntos
de más calado de la poesía cordobesa posterior a Cántico es la neomística de Manuel
Gahete.
FSM.- ¿Cuándo te das cuenta que estás ante un gran libro de
poesía? ¿Qué ha de tener en tu opinión para que digamos que estamos ante un
poemario de calidad?
JCC.- Antepongo siempre apreciación a criterios porque lo
que más me interesa es captar al ser humano en su obra. Acto seguido, tengo en
cuenta ideas estéticas, pensamiento lógico e ilógico, explotación de las
posibilidades del lenguaje y materialidad de las palabras. Y si, además de
esto, el poema puedo hacerlo mío de tal forma que con su lectura puedo explicar
algún aspecto de mi propia vida o entender que algo cambia o podría cambiar de
mí mismo, considero que ya es irreemplazable.
FSM.- José, ¿hacia dónde crees que debe ir la poesía en
nuestro tiempo si es que debe ir hacia alguna parte, debe marcarse un rumbo,
qué opinas?
JCC.- No sé bien hacia dónde debe ir. Cómo saberlo, la
poesía tiene el rumbo que le imprimen los que la hacen en cada momento y somos
conscientes del rumbo cuando éste ha cambiado ya. Por eso podemos hablar, ahora,
de poesía social, de poesía de la experiencia… La poesía necesita un rumbo
siempre. La poesía es uno de los grandes objetos espirituales de la humanidad y
miles de personas que toman decisiones que repercuten en sus semejantes, que
necesitan un momento de reflexión o que necesitan restituir su dignidad, lo
hacen ante un poema. Lo que no tengo tan
claro es que deba darse una ingeniería poética para crearlo. El rumbo debe
surgir de la nueva percepción. Si el nuevo rumbo se define como una
modificación del anterior, habrán quedado atrás la claridad como criterio, el
hermetismo como solución, la complacencia en una vida privilegiada como método
y la anécdota biográfica que lastra el poema para ser un camino propio del
lector. Ni forma sin contenido ni contenido sin forma, aunque la primera sería
poesía antes que la segunda. Las artes de la versificación han dado paso a la preeminencia
de las ideas estéticas, pero quien tenga el talento para cultivarlas no tiene
por qué renunciar a ellas. Pero el reto de nuestra poesía en este siglo, estaría
en releer nuestra tradición de pensamiento y poesía, para continuarla o para
innovarla, y, desde las concepciones actuales, ponerla en comunicación con el
contexto cultural hispánico, el que forman casi quinientos millones de
hablantes de nuestra lengua en todo el mundo. ¿Alguien puede imaginar los
fenómenos de conciencia, pensamiento y estética que se pueden estar dando, en
un día cualquiera, en el orbe de nuestra lengua a escala planetaria?
FSM.- Nos gustaría que nos dejaras aquí uno de tus poemas y
que nos digas por qué lo has elegido.
JCC.- Pues dejo el siguiente inédito porque me divierte la
intertextualidad sanjuanista con el humor barroco. Si como San Juan de la Cruz
dice la mística tiene que ser de lo más sensato, el humor es gozo de tratar las
cosas.
ME HALLÓ UNA ROSA APETECIDA
Oh, rosa en seda escondida,
en disimulada ocasión visible,de fragancia riquísima,
ápice de suave perfección
por acendrado roce que de las
embestidas del alma recoges,
a silvestres ramas deseosas
prendida,
en undoso chorro vertida y
sorprendida.
Siquiera esas simplicísimas
gotas seques de tus pétalos.
Regada la calle, aventada y
regalada la noche sin descuido y con denuedo.
A mi causa libre y sin
cautela, ello no entorpece;
déjame, así pues, entrar a
este lance que has trocado sosegado entendimiento en inquietud
y este pasaje revelado
a mi orden y método se
resiste,
más por oración, en lengua de
fe inspirada, principiaré
y a clima propicio el alma llegará
con tu rostro en hermosura bañado,cuanto más llamada, más desnuda,
lo antes humano impedimento,
ahora, arreo,
sabrosísima unión, que enciende y abrasa en morada.
En poderosísimo bien
transmutada,
de un centellazo de noche en
plenitud cerrada,al tronco desnudo de dios, abrazada.
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