FSM.- Alejandro, en primer lugar mi felicitación por esa
ingente producción literaria acompañada de importantes premios y
reconocimientos. ¿De dónde sacas tanto tiempo?
ALA.- Bueno, en realidad, yo no saco tiempo, es el tiempo
quien me busca a mí. Todo es cuestión de ponerse a trabajar y, en este sentido,
yo aprovecho todos los ratos libres que tengo para escribir un verso o una
prosa. Lo que sí es verdad es que para hacerlo necesito que me visite la inspiración.
En este sentido, más de una vez cuando escribo
siento que es otro quien lo hace por mí.
FSM.- Ya en el año 1988 fuiste finalista del premio Adonais,
creo que con el libro titulado Códice de la melancolía. ¿Qué significó este primer
logro para ti?
ALA.-En aquellos años, el Premio Adonais tenía más relevancia
que hoy. En este sentido, ser finalista y publicar en la colección fue un gran
acicate para mí.
FSM.- Recuerdas cómo empezó en ti el deseo y el compromiso
de ser un escritor.
ALA.- Realmente comenzó cuando era niño. Empecé, o aprendí,
a leer en verso antes que en prosa. Mis primeras lecturas en el colegio, cuando
tenía pocos años, fueron los versos de un libro titulado “Poesía
hispanoamericana para niños”, un volumen que conservo aún. Ahí me encontré con
Lorca, Neruda, Machado, Hernández y Juan Ramón. Desde entonces, aunque parezca
extraño, ya aspiraba a ser escritor.
FSM.- Se dice que eres el poeta de la Naturaleza , pero si
tuvieses que dar unas pautas sobre tu obra poética, ¿qué aspectos destacarías?
¿cuáles son las claves de tu poética según tu propia opinión?
ALA.- Creo que lo que
más mueve a escribir es ese deseo mío de fusión con la Naturaleza y con la
sencillez de la vida, con la naturalidad. No obstante, el personaje central de
mi poesía es el paso del tiempo y, en consecuencia, las ruinas que éste va
dejando en mis ojos y en mi corazón.
FSM.- De toda tu obra poética publicada hasta ahora, desde
aquel primer libro de 1984 Sonetos para un valle, hasta Las voces derrotadas en
2011, galardonado con el premio Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, ¿con qué
poemarios te sientes más satisfecho y por qué?
ALA.-Mi mejor poemario, o al menos el que creo más necesario
y esencial, es “La tumba del arco iris”, que obtuvo en su día el Premio “San
Juan de la Cruz”. Precisamente, ahora se acaba de reeditar en “Trifaldi”, con
grabados de Ginés Liébana. Es un libro dedicado a la muerte de mi padre y en
ningún otro poemario mío he logrado el lirismo y la intensidad emocional que en
éste alcancé.
FSM.- ¿Qué poetas han alimentado tu inspiración, cuáles han
sido tus maestros?
ALA.-El primero de todos es Antonio Machado; también el
primer Juan Ramón. Luego, entre los vivos: Pablo García Baena, Antonio Colinas
y José Manuel Caballero Bonald.
FSM.- ¿Qué función crees que debe tener la poesía en
nuestros días?
ALA.-La misma de siempre: intentar revestir el mundo -hoy
más roto y sucio que nunca- de una capa más dulce y espiritual.
FSM.- Alejandro, ¿cuándo sabes que estás delante de un
poemario de calidad? ¿Qué características crees que debe tener para que podamos
calificarlo de una obra digna o que está en lo más alto?
ALA.- Un buen poemario, igual que un poema bueno, debe
tener, ante todo, belleza estética, hondura, musicalidad y capacidad de
conmover y emocionar al lector.
FSM.- Podrías definirnos qué es Poesía para ti.
ALA.-Una manera de contemplar e interpretar el mundo, la
realidad, desde una óptica sensible, emotiva y espiritual.
FSM.- Has cultivado también la narrativa con gran éxito,
¿podrías hablarnos de tus novelas? ¿qué te llevo a escribir prosa?
ALA.-Empecé a escribir novela porque necesitaba expresar
algunos ángulos de la realidad y, al intentarlo, vi que no me servía la
herramienta de la poesía. De todos modos, en mis novelas también está presente
mi universo poético: la Naturaleza y el mundo rural. Digamos que la poesía y la
narrativa son dos estancias que coexisten y conviven muy bien dentro de mi casa
literaria. Aun así, me considero mucho más poeta que narrador.
FSM.- También has publicado recopilados tus artículos
periodísticos como Las voces antiguas o La luz del verdinal, ¿en qué género
literario te encuentras más a gusto?
ALA.-Sin duda, en la poesía. Aprendí a leer en verso y,
desde muy niño, casi todo lo que he leído han sido poemarios. Y esto, sin duda,
marca. Escribir novela, ensayo, o artículos me cuesta bastante, pues mi estilo
literario es poético, rítmico y musical. Por eso hay quien tilda mis novelas de
líricas o poéticas; es decir, fallidas, aunque que esto, a mi modo de ver, no
sea así. Como dato anecdótico, una gran empresa editorial de este país le
rechazó una novela mía a mi agente literario argumentando que era demasiado
literaria y, aunque el argumento interesaba, contenía demasiado lujo verbal, lo
cual, antes que desanimarme, fue un auténtico elogio para mí.
FSM.- Para acabar podrías dejarnos un poema y decirnos por
qué lo has elegido. Muchas gracias, Alejandro por colaborar en el blog
Paraninfo Poético.
ALA.- Os dejó el poema más reciente que he escrito, que
pertenece a un nuevo poemario en construcción. En él se comprimen esencialmente
mis obsesiones literarias: el paso del tiempo y la pérdida de la inocencia y la
niñez.
PÉRDIDAS
Abro la mano/ y brota
de ella un niño/ que corre hacia el crepúsculo./ La sangre/ de una cigüeña
herida/ riega el mundo, la tierra/ coronada de humo añil./ ¿Quién cruzará
silbando el viejo bosque,/ tanteando la espesura/ para hallar/ el aleteo
insondable de los mirlos/ desordenando el rojo atardecer?/ Abro la mano/ y
brota de ella el tiempo,/ el vértigo inocente de la brisa,/ la voz de un niño
que huye de mi alma/ hacia el misterio de la oscuridad,/ sorteando los espinos
del edén”.
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