martes, 9 de julio de 2013

Entrevista a Francisco Gálvez


FSM.- Eres, junto a Juana Castro y Carlos Clementson, uno de los poetas de la generación cordobesa de los 70, y que ya podemos decir mayores poéticamente hablando, reconocidos por trayectoria y obra publicada. Pero, además, al margen de la obra poética, tú has sido un gran valedor y luchador por la literatura y poesía en Córdoba, ya que has estado presente en casi todas las iniciativas literarias que aparecen posteriores a Cántico.

FG.- Bueno, no soy el único, vivir en Córdoba ayuda mucho a crear y trabajar por ella, a respirar emociones muy diversas. Es una suerte ser y vivir en esta ciudad.

FSM.- ¿Te parece que repasemos? En 1972 formas parte de los poetas cordobeses fundadores del grupo Zubia, incluso el nombre fue debido a tu propuesta, y a los pocos meses lo abandonas. En 1973 fundas la revista de poesía Antorcha de Paja (1973-1983), de clara importancia en el panorama de la poesía española de los 70. En ese mismo año junto con otros jóvenes poetas el Premio de Poesía Ricardo Molina, hoy con el añadido de Ciudad de Córdoba desde que lo acogiera el Ayuntamiento en 1993. De 1984-1986 editas y diriges las colecciones de poesía Suplementos, y de 1990-1993 la de ensayo y crítica Trayectoria de Navegantes, ambas con autores nacionales en su haber. En 1999 fundas la revista de literatura y crítica La Manzana Poética, hoy en día aún editándose, el Seminario de Poesía y el Círculo de Traducción Poética de Córdoba, actividades aún activas, y con evidentes conexiones con la poesía española. Y, finalmente, has dirigido entre los años 2005-2010 el “Aula de Poesía Córdoba 2016” del Ayuntamiento de Córdoba. Según estos hechos mencionados, pocos poetas cordobeses actuales han trabajado tanto por la poesía de Córdoba en los últimos 40 años. ¿Te sientes reconocido y querido en tu ciudad o echa en falta algunas miradas y atenciones? ¿Córdoba sigue siendo ingrata con sus hijos?

FG.- Juan Bernier en una dedicatoria de su libro En el pozo del yo en 1982, me puso lo siguiente: “A Francisco Gálvez, poeta y amigo en esta Córdoba que no comprende ni estima a nadie”. Y esa dedicatoria la he comprendido mucho más tarde, no por mi sino por él y esta ciudad. Conmigo creo que ha sido generosa, aunque, a veces, siento la falta de algunos afectos puntuales.

FSM.-, Tus primeros pasos literarios fueron Zubia y Premio Ricardo Molina, y sin embargo ambas actividades las abandonas a los pocos meses, ¿por qué esos abandonos tan inmediatos? Luego ya te defines en la revista Antorcha de Paja ¿cómo fueron aquellos años incipientes? 

F.G.- Uno es libre de elegir lo que quiere y desea en la vida y en la poesía. Y en ese sentido no encontré en aquellos mis primeros pasos locales, estéticamente hablando y en maneras de hacer las cosas, las ideas o proyectos que me parecían. Es muy simple, elegir es la palabra, a lo que todos tenemos derecho. Nada más. Lo más importante siempre es la poesía, la amistad y el entendimiento. El resto no sirve. Las cosas suceden de una manera determinada, hay una gente que sigue su propia mirada y otros la desvirtúan, allá cada uno, pero lo que vale en el tiempo es la trayectoria y obra literaria, eso lo dice todo. Sin embargo en Antorcha de Paja fue diferente.

FSM.- Eres uno de los componentes del grupo que editaron la mítica revista de poesía cordobesa “Antorcha de Paja”. ¿Cómo fue y qué significó aquella etapa y cómo recuerdas el nacimiento de la mencionada revista?

FG.- Se editó un primer número sin ánimo de continuar. Pero el azar objetivo quiso que Antorcha de Paja estuviera editándose 10 años, hasta 1983. Nunca fue un grupo, contrariamente a lo que se dice muchas veces. Fue ante todo una revista de poesía, que es cosa bien distinta, independiente, pagada y editada por los propios poetas, y con un afán de sentir y participar en el panorama de la poesía española, y también se extiende a sus colecciones anexas de libros de poesía, ensayo y crítica. Como en una ocasión dijo Carlos Clementson, fue una aventura poético-editorial. Los poetas José Luis Amaro, Rafael Álvarez Merlo y yo formamos un trío que íbamos al margen del resto, pero sobre todo fue un talante o tres, de entender la “vida y la poesía”, “amistad y poesía” en ese orden y no en otro, precisamente fueron nuestros lemas. Para nosotros hablar de poesía, lecturas y amistad fue fundamental, éramos un grupo de amigos que salían juntos, y nos importaba, como los jóvenes de cualquier tiempo, sobre todo vivir y divertirnos, pero no teníamos prisas por darnos a conocer o cualquier cosa parecida.

FSM.- Perteneces a la Generación del 70, también llamada del 68 y de la Transición. Surgir en este momento histórico,  ¿trajo con vosotros algún tipo de postulado poético o vuestro nacimiento a la actividad de la poesía nacía exenta de declaraciones identificativas? ¿Qué buscabais?

FG.- El tiempo y época en la que un poeta nace siempre señala un carácter y maneras. El poeta no vive encerrado en una torre, vive esos acontecimientos que son de todos, se siente involucrado y participa. Fue un tiempo de muchos cambios y muy pasional. Es una generación muy diversa y variada. Por otra parte, y como viene siendo habitual en este país, el término literario que sirve para señalar a un grupo de escritores no recoge a su totalidad, ni en nombres ni en estéticas, es el caso de esta generación de “poetas del 68 ó 70” o de la “transición” en relación a los “novísimos”, que en ocasiones lo acapara todo. No es la única tendencia de esta generación, incluso es la más minoritaria, aunque también la más publicitada, entre el discurso y estilo de los nacidos entre 1939 y 1953, periodo que conforma y delimita a esta generación de poetas españoles.

FSM.- Tu primer libro publicado, Los soldados, me imagino que tuvo que traerte una gran satisfacción. ¿De qué hablaba este libro y qué significó para ti?

FG.- En cualquier poeta significa mucho el primer libro, en este caso mucho más, no sé, tal vez por el momento y las circunstancias que le rodearon. Es un libro totalmente pacifista, y responde un poco a lo que antes hemos dicho de la época y el tiempo. Se gestó en los años de rebeldía y cambios en nuestro país, y de protesta en el resto del mundo por la guerra del Vietnam y otras, las protestas en EE.UU y las reiteradas conversaciones de París. En aquel tiempo muchas cosas estaban convulsas, en la prensa y televisión se podían ver imágenes horrorosas. Aquí todavía estábamos en una dictadura y el libro estuvo retenido casi un año en la imprenta de la editorial, y finalmente pudo salir a la luz y se presentó en la Librería Luque de Córdoba, en abril de 1974. Juan Bernier, Miguel Romero Esteo o Jiménez Martos, con sus críticas y reseñas fueron sus primeros valedores.

FSM.- Más tarde llegaron libros como Un hermoso invierno, Iluminación de las sombras, Santuario, Tránsito y El navegante, reunidos en Una visión de lo transitorio en 1994. Y un año más tarde vuelves a reunir esos mismos poemarios en una segunda antología de tu obra poética, esta vez en Italia y bilingüe, en el libro Fragile vaso. Luego, y ya en una segunda etapa, publicas El hilo roto. Poema del contestador automático, El paseante y Asuntos internos, hasta la fecha ¿Con la perspectiva de los años con qué libro o libros sientes que has alcanzado la dimensión a la que aspirabas como poeta?

FG.-Hay cuatro libros fundamentales en el recorrido de mi escritura: desde Los soldados, como primer libro, y sobre todo Tránsito, El hilo roto y El paseante. Algunos poetas y críticos añaden también Santuario. No ignoro al resto de los libros, pero estos tal vez han sido más puntuales en sus propuestas y claves. Pero no creo que haya que alcanzar ninguna dimensión, si eso fuera sería toda la obra del poeta.

FSM.- En este años de 2013 se han cumplido cuarenta años de la edición de tu primer libro Los soldados, y al mismo tiempo de la revista “Antorcha de Paja” que editaras, aunque en realidad son también cuarenta años en el mundo de la poesía y vida literaria, ¿cómo te sientes, has cambiado mucho en tus miradas a la vida y al mundo? La reedición de Los soldados, ha sido un hecho puntual por este aniversario.

FG.- La reedición de los soldados ha sido coincidente, ya que viene desde muy antiguo, desde la Casa del Ciprés donde los jóvenes poetas Daniel García y Mertxe Manso intentaran su reedición, pero aquello por circunstancia que no viene al caso no se llevó a cabo. Luego, tengo que agradecer a la poeta Mertxe Manso su empeño, que finalmente se ha producido en este 2013.

FSM: Tú fuiste uno de los poetas andaluces, que cantó Aguaviva en su LP “Poetas andaluces de ahora”, con Rafael Alberti a la cabeza y otros jóvenes poetas andaluces, ¿qué recuerdo guardas de ello?

FG.- Fue una verdadera experiencia y guardo un grato recuerdo de entonces, forma parte de mis primeros pasos y producto de ese mismo eco que tuvo Los soldados, época y temática se unieron.

FSM.- ¿De qué temas se ocupa tu poesía?

FG.-Ninguno de mis libros tienen la misma temática, mi poesía la considero muy diversa.  Respeto el trabajo de los que se repiten en temas y maneras emocionales, pero prefiero distintos caminos para ir avanzando. La vida, la poesía y el poeta con el tiempo viven diferentes aconteceres, y, por lo tanto, deben ir ampliando y abriendo nuevos registros. Nada tienen que ver Tránsito con El hilo roto o Los soldados con El paseante.

FSM.-Pertenece Francisco Gálvez a una línea de poetas no alineados y situados en tierra de nadie, si tomamos a la poesía española que ha ido hilvanando y construyendo una crítica española de suplementos, antologías, editoriales y campos acotados, desigual en las atenciones y coronaciones beatíficas de los poetas. Tu poesía no se encuentra en ningún lugar novísimo y tampoco de la poesía de la experiencia. Cómo consideras este aspecto?

FG.- Bueno, siempre ha existido y existe una tercera vía, por decirlo de alguna manera, evidentemente que nunca he querido, o mejor no me he sentido un poeta de ninguna de esas dos vertientes o tendencias poéticas, aunque tomo de ambas y me gustan muchos de sus poetas, pero ninguno de mis libro se puede adscribir en esas líneas poéticas.

FSM.- Eres codirector de la prestigiosa revista literaria La Manzana Poética. ¿Podrías hablarnos de esta interesante actividad?

FG.- A diferencia con la revista “Antorcha de Paja”, aquella era una revista de jóvenes poetas que comienzan, insertada y beligerante en una generación tan conflictiva y variada como los 70, y “La Manzana Poética” es una revista de literatura editada por autores ya con trayectoria literaria, y sus fines son otros y dirigida a otros ámbitos y lectores.

FSM.- ¿Cuáles son tus poetas a los que admiras, tus referentes?

FG.- Son poetas, pero también libros concretos, incluso poemas. Juan Ramón Jiménez de Un poeta reciencasado, Lorca de Poeta en Nueva York. Asimismo mi formación poética de lecturas se basa en poesía extranjera, Bertolt Brecht, Perse, Rimbaud, Lautréamont, Eliot, Paz, Dickinson, Stevens o Ashbery.. En otro orden Bachelard y Steventson. Aunque puntuales y principales, estos no son los únicos.

FSM.- Francisco, ¿qué es para ti poesía?

FG.- Es la pregunta manida y tópica que fuerza una respuesta también en ese sentido. Si yo digo “una forma y maneras de vivir” cuántos más, cientos, antes que yo, ya lo han dicho. Lo importante es conseguir escribir aquello que uno quiero decir. No sólo es publicar libros en una buena colección de poesía, premios, y que tu nombre salga en letras grades en la prensa, eso nos gusta a todos, pero forma parte de otras cosas anexas que nada tienen que ver con la poesía. Aunque desafortunadamente cierta crítica se guía por esos parámetros, únicamente.

FSM.- En poesía, ¿todo vale?

FG.- Todo vale, todo se puede decir, pero bien dicho. Partimos de malas y viciadas enseñanzas, pero no hay temas ni palabras proscritas, ni formas prohibidas. Hay quien se escandaliza con algunos autores y poemas. Pero es necesario un discurso poético más libre. Las formas y maneras, estéticas o tendencias no es lo más importante. Todo se puede poetizar.

FSM.- ¿Cómo ves el panorama poético en Córdoba en este momento?

FG.- A la vista está, hay de todo, y sobre todo mucha gente escribiendo. Diversidad de estéticas y entendimientos poéticos. Pero el número no hace la importancia.

FSM.- Desde el grupo Cántico hasta ahora han convivido una serie de generaciones poéticas, ¿por qué crees tú que otros colectivos poéticos de Córdoba y otros poetas cordobeses en solitario no han tenido esa repercusión mediática y de excelencia que se le ha concedido al grupo Cántico? 

FG.- Pienso que cada cosa tiene su lugar y tiempo. Cántico ha necesitado muchos años hasta que ha sido reconocido, cuando esto llega ya es el tiempo de otros poetas, de las siguientes generaciones, y ello resta, de alguna manera, la atención hacia otros que en esos años ya han surgido. Tampoco creo que Cántico sea una cuestión mediática. Por otra parte la poesía ya ha tomado otros rumbos, los jóvenes escriben de otra manera, y el panorama de la poesía española, para bien y también para mal, funciona con temáticas y estilos muy diferentes. De todos modos entre los poetas cordobeses posteriores a Cántico existe  un número nada despreciable y de todas las generaciones, que hoy tienen un lugar en la poesía española. Son cosas distintas.

FSM.- A partir de los años 70 han proliferado un número importante de poetas en Córdoba ¿existe boom de la poesía cordobesa?

FG.- No hay boom, yo creo que eclosión es la palabra. Boom es algo repentino, de pronto, y aquí se parte de unos hechos literarios, de una tradición poética de la ciudad, de grupos, revistas, talleres y actividades diversas. Si uno analiza los últimos cuarenta años, podemos ver claramente que en Córdoba se ha trabajado y mucho por la poesía. Otra cosa es la evolución que se ha producido desde los 70 en la poesía cordobesa, tanto en número de autores como en calidad, diversidad de estéticas y maneras de sentir la literatura. Lo más importante es que se ha abierto una puerta en la tradición cordobesa, que por otra parte no es ninguna escuela como se viene diciendo, pero que representaba demasiado peso para escribir de otra manera. Y esa puerta, aunque esto todavía no se reconoce en Córdoba, no ha calado a nivel de instituciones y tampoco de medios de comunicación, es una apertura a otras escrituras que han oxigenado el horizonte cordobés, poéticas que no se han plegado a la tradición anterior como un calco.

FSM.- En tu opinión, ¿cómo sabemos que estamos ante un buen libro de poesía? ¿Qué debe tener para que podamos decir que es un buen poemario?

FG.- Tú mismo lo dices: “un buen libro” y no un libro “bien escrito”. Hoy se publican muchos libros bien escritos. El poema debe ser un espacio de libertad y transgresión, ajeno a modas y tendencias, y siguiendo o superando los caminos recorridos. La poesía es refundación, y estamos aún en el camino de cambiar la vida, transformar el mundo. Puede ser la guía, la única, tal vez la mejor hasta el presente, para saber si un libro reúne todas las cualidades para ser un buen libro, o  sólo está bien escrito y repetido.

FSM.- ¿Un nombre de tu generación del 70?

FG.- Tres. Leopoldo María Panero, Pere Gimferrer y Luis Alberto de Cuenca.

FSM.- Para acabar, pues no quiero abusar de tu tiempo, podrías dejarnos aquí un poema tuyo y decirnos por qué lo has elegido. Muchas gracias.

FG.- La vida está llena de mensajes diarios, a los que hacemos caso o no, para acercarnos y comunicarnos mejor, y el contestador automático, el móvil, son signos de nuestro tiempo. Al mismo tiempo el teléfono se encuentra en la tradición literaria, ahí están los poemas de los futuristas, o Salinas, Cardenal, Frost, y otros. Entre otras motivaciones, este poema:

 

 

MENSAJES

 

En este momento estoy ausente,

pero puedes dejar algún mensaje

y te llamaré cuando vuelva.

Si eres el amor

llama más tarde, o tal vez otro día;

si eres la soledad

espera, pronto estaré contigo;

si eres el suicida

marca otro número, apenas queda tiempo;

si eres la muerte

elige otro destino, sólo soy una técnica;

si eres el pensamiento

abandona, este hilo no medita;

si eres la palabra

da la vuelta, aquí nadie te pronuncia;

y si eres una voz anónima

que llamas angustiada

en cualquier momento llegaré a casa:

habla después de oír la señal.

 

          De El hilo roto. Poemas del contestador automático (2001)

 

 

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