FSM.- Elsa, aquí en
Córdoba se te conoce muy bien como poeta y se te quiere mucho, pero también se
te conoce porque fuiste durante algunos años la directora de la Fundación Antonio
Gala para Jóvenes Creadores, ¿qué aprendiste durante este
tiempo?
E. L. Todo lo que un cuerpo está dispuesto a aprender. La
experiencia fue muy buena y de aquellos años conservo momentos especiales
vividos en el Convento del Corpus con los becados, las visitas de escritores y
de amigos, las tertulias con Antonio Gala, las risas, los conciertos. Recuerdos
algunos que nunca borraré como la visita de José Hierro y su último recital; la
tarde con Pablo garcía
Baena en el patio charlando con los residentes, escuchar el 2º movimiento del Quinteto
para Cuerdas en Do Mayor de Shubert sentados al lado de la fuente con Nativel
Preciado recordando a José Hierro y las lágrimas de Noelia Reverte y… bueno,
son momentos que forman parte de nuestra vida ya para siempre.
FSM.- Elsa, cómo y cuándo empezó
en ti el amor por la poesía?
E.L.- No tengo una noción exacta del tiempo en que sucedió.
Fueron muchos años de escuchar poesía en boca de mi madre que era una gran
lectora y de mis tías que me dormían con romances y de una profesora de
literatura que nos leía en alto de una forma especial y que me inculcó el leer
a los poetas sintiendo sus versos.
FSM.- Desde aquel primer libro de 1973 El viento y las adelfas hasta ahora, ¿qué evolución crees que ha
habido en ti o qué has aprendido del arte de la poética, qué te ha enseñado la
poesía?
E.L.- A sobrevivir. Soy una superviviente en todos los
sentidos y la poesía ha sido una tabla de salvación en todos mis naufragios. He
leído sin tregua (leo cada día poesía saltando de un libro a otro, de un autor
a otro) y me he rodeado de poetas en la vida real y en la interior. No hay nada
retórico en lo que digo. Es real y lo vivo como un sentimiento mío que a nadie
puedo explicar. Siento la
poesía. La vivo con la misma intensidad con que pueda sentir
cualquier otra emoción.
FSM.- Más tarde publicaste Inevitable océano y Penumbra,
para llegar a 1987 en que ganas el Premio Internacional de Poesía Ciudad de
Melilla con el libro Del amor imperfecto ¿qué
supuso este importante reconocimiento en tu trayectoria como poeta?
E.L.- Un paso más para no dejar de hacer lo que me gustaba
hacer: escribir. Me dio la certeza de que eso que yo hacía podía transmitirse a
otros; los demás podían leerme y entender aquello con parecida intensidad a
cómo yo lo intentaba transmitir.
FSM.- Tras este poemario mencionado anteriormente vinieron
otros muchísimos espléndidos poemarios como, por citar algunos, La casa Cabrera, La fajana oscura,
Cementerio de elefantes, Al final del agua, Tránsito, Margazas, Mar de amores,
La pecera, Travesía... Si tuvieras que hacer un ejercicio de selección,
¿con qué poemario o poemarios te quedarías, con cuáles crees que has alcanzado
aquello que tú esperabas?
E.L.- Quizá con "Al final del agua" pero tampoco
estoy convencida de ello. Cada libro tiene uno o dos poemas que son una parte
de mi misma y con todos ellos podría reconstruir el mapa de mi cuerpo y lo que
en él ha sucedido en esos años. Cada libro es una radiografía de lo que yo era
en esos momentos. Los quiero de forma parecida y de cada uno guardo los
recuerdos y las vivencias que ellos encierran. No renuncio a ninguno de ellos y
si a veces me arrepiento de algunos poemas, al cabo, en cualquier otra ocasión,
al recuperarlo en una nueva lectura, me doy cuenta de que hay algo que me
reconcilia con él.
FSM. ¿A qué poetas has admirado
o admiras y por qué?
E.L.- Admiro a muchos poetas. La lista es enorme pero, sobre
todo, me gustan poemas determinados que han marcado mi vida. Cuando me hacen
esa pregunta me vienen nombres como Lope de Vega, Juan Ramón Jiménez, Miguel Hernández , Paul
Valery, Aragon, Pablo Neruda, León Felipe, Whitman… Decir sus nombres es volver
a recordar los versos que van unidos a momentos, lugares, circunstancias,
personas.
FSM.- ¿Para qué sirve la poesía?
E.L.- Para crear nuevas formas de entender lo que nos rodea
o para intentar explicarlo de otra manera.
FSM.- Elsa, ¿qué crees tú que debe tener un poema para que
digamos que estamos ante un gran texto poético?
E.L.- Intensidad, pasión,
emoción, vida.
FSM.- No sólo has trabajado la poesía, sino que además has
escrito narrativa, estudios antropológicos, biografías, guiones, ¿en qué género
literario te sientes más tú o con qué disfrutas más?
E.L.- Con la poesía y, de otra forma, con los artículos de
opinión. Me divierten y me descargan. El ensayo me agota mucho psíquicamente.
La novela es un puro entretenimiento.
FSM.- Háblanos de tu propia editorial, ese prestigioso sello
editorial tan atractivo como es Ediciones La Palma.
E.L.- Es uno de mis hijos preferidos. Me hace feliz ver cómo
ha permanecido activa a pesar de los malos momentos. Es pequeña pero fuerte y,
además, presume de su independencia. Se ha ganado a pulso un lugar entre las
editoriales de poesía y alardea de haber sacado adelante a escritores jóvenes
que merecían estar entre los mejores.
FSM.- Para acabar, podrías dejarnos un poema tuyo para los
lectores de Paraninfo Poético. Muchas gracias,
Elsa, por tu colaboración.
Recuerdo el amor que me nacía al tiempo de la
lluvia.
Recuerdo los baúles y las colchas de hilo,
las flores de lavanda volando por espacios abiertos
y felices,
aquella despiadada multitud de grillos debajo de las
lápidas,
y tus besos, pan y aceite, detrás de los postigos.
Recuerdo aquellos
días cuando tú me besabas
tras las torres caídas del castillo y las olas.
Y recuerdo las noches naufragando tu cuerpo
en aquella penumbra universal del hambre.
Yo entonces era otra.
Pero no he renunciado ni al amor ni a la herida.
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