FSM.- Alfredo, ¿qué tal tu
estancia en Córdoba como invitado al encuentro de Poetas del Mundo en esta
emblemática ciudad andaluza?
AT.-Fantástica
ciudad y buena organización, qué más se puede pedir. Espero siga manteniéndose
esta iniciativa; también espero que podamos llegar a un hermanamiento con el
Instituto Municipal del Libro de Málaga, que, cómo sabes, dirijo desde 2004, el
próximo año cumplimos, por tanto, diez años, de su fundación.
FSM.- Cultivas no solo la poesía sino también la
narrativa. Supongo que cada género tiene sus exigencias, ¿qué te aporta
trabajar en cada uno de ellos?
AT.-La
poesía es filosofía bien escrita, la dictan los ángeles y/o los demonios, lo
que nada influye en su calidad, en su profundidad, en su carácter polisémico,
la convierten casi en una religión negra o blanca. Escribo muy pocos versos. Me
gustaría que mis versos permanecieran inscritos en letras de oro, mi nueva
usura poética aspira a tutearse, ahí es nada, con Ezra Pound, Wallace Stevens,
Borges, Luis Cernuda, Octavio Paz, Lezama Lima o Severo Sarduy, palabras
mayores. En cuanto a la novela, me ha ofrecido y ofrece un campo ilimitado de expansión.
He leído a los mejores novelistas, precisamente mis novelas son una mixtura, un
homenaje, a autores disímiles, desde Scott Fitzgerald, Evelyn Waugh, Paul
Bowles, Ronald Firbank o Graham Greene, a Valle-Inclán, Alejo Carpentier o Bioy
Casares. De los contemporáneos me interesan John Banville, Ian Mac Ewan y
Patrick Modiano.
FSM.- ¿Cómo, por qué, cuándo
comenzó en ti la relación con la escritura?
AT.-Con
catorce años. Escribí una novela sobre el fin de la II Guerra Mundial en
Alemania, los últimos días de Hitler. Se debió traspapelar porque años después
leí “En busca de Klingsor” de Volpi, y trataba el mismo tema, casi con las
mismas obsesiones, en busca del holocausto nuclear.
FSM.- La poesía y la narrativa
vienen del mismo remoto lugar, o cada género viene de un venero distinto.
AT.-Del
mismo lugar, no creo, provienen de distintos lugares, remotos o cercanos, da
igual, pero nacen de pulsiones diferentes.
FSM.- En 1983 publicaste el libro
de poemas Golpe de Estado en Mombasa. Y luego vinieron otros interesantes
libros de poemas. ¿Qué te ha enseñado escribir poesía?
AT.-Golpe
de Estado en Mombassa fue mi primer libro de poemas, publicado por Miguel
Romero Esteo, allá por 1983, hace ya treinta años. Mombassa era la capital de
Kenia, antes que Nairobi, siempre me han gustado esos mundos lejanos, lleno de
interrogantes. Se trata de una suerte de canciones posmodernas, con dos
ilustraciones inquietantes: un pavo plumífero a tinta china de Rafael Pérez
Estrada, y una reconstrucción –un grabado- del asesinato de Cook en la
Polinesia, tirado en Londres en 1781. Este librito, excéntrico, ha tenido vida
después de la muerte: primero, los poemas se convirtieron en las letras de mi
grupo de pop “Generaciòn Mishima”, después, ha sido reiteradamente citado como
un ejemplo de poesía radical chic.
FSM.- ¿A qué poetas has admirado
o admiras? ¿Han influido en tu manera de escribir?
AT.-A
muchos, aunque he contestado antes a esta pregunta. De los clásicos añadiría a
Góngora y, cómo no, a Shakespeare, de los últimos españoles a José Luis Rey.
FSM.- ¿Crees que la poesía cumple
o puede o debe cumplir una misión en nuestro tiempo?
AT.-Misión
Imposible.
FSM.- ¿Podrías atreverte a dar
una definición de qué es poesía?
AT.-Liturgia
religiosa, lucidez extrema, amoralidad y buen gusto.
FSM.- Tanto en la poesía como en la narrativa has
cosechado importantes premios. Por mencionar algunos están el Premio Juan
March, Premio Café Gijón, Premio Ciudad de Salamanca. ¿Estos reconocimientos de
qué manera ayudan al escritor?
AT.-Claro
que le ayudan, sobre todo en cuanto a su proyección, y por supuesto,
económicamente, ahora que casi han desaparecido los anticipos.
FSM.- De todos tus poemarios
publicados, ¿con cuáles te sientes más satisfecho y por qué?
AT.- Con
todos y con ninguno. Depende del poema, no del poemario.
FSM.- Y de tus libros de
narrativa que tan importantes han sido, ¿qué nos dices? Está El salvaje de
Borneo, El pasajero, Continental & Cía,
La Sociedad Trasatlántica,
Pez espada… ¿Con cuál o cuáles te sientes más satisfecho?
AT.-
Exactamente lo mismo: con todas y con ninguna. Tengo cierta debilidad por “La
Sociedad Transatlántica”
FSM.- Veo que desarrollas una
gran labor como agente cultural en la
Ciudad de Málaga. Eres director del Instituto Municipal del
libro, ejerces la crítica literaria, además de dirigir revistas literarias y
otras actividades culturales. ¿Qué te aporta todo esto?
AT.-Antes
de ser nombrado director del IML de Málaga, trabajé durante muchos años como
gestor cultural independiente, comisarié importantes exposiciones como fueron
las de Xul Solar, Pettorutti, Jaume Plensa, Candida Höffer, y otros, colaboré
con La Fura dels Baus, organicé congresos y ciclos artísticos y literarios para
diversas instituciones públicas y fundaciones privadas, en fin siempre he
tenido esa vocación, diríamos neurótica, de la organización, del publicismo y
de la exposición. No te olvides que he escrito más de un centenar de textos
sobre arte e historia, verdaderas obsesiones mías.
FSM..- Muchas gracias por tu tiempo y tu
generosa colaboración, y por el poema que nos dejas aquí.
Naumaquia
a Luis Alberto de Cuenca
Estanque de aguas agitadas, allí pasaré mi infancia,
estuario de conjuras navales y repúblicas mínimas
con ciudades hostigadas y retiros forzosos.
En ocasiones, atacado por los diversos flancos,
me sentí la flor de los castratis, otras, en cambio,
el bizarro Simbad sin Virginia Mayo.
Mi padre provocaba escasas rebeliones,
mi madre, el estado de ánimo de un hotel invernal,
todo se resolvía, al fin, en contiendas náuticas,
lo alpino fue después: la inmanecía, la mineralogía
y el vagabundo del que me enamoré.
Naumaquia de los mitos, de las giras excéntricas,
caprichos de hijo único que adoraba el abismo
de la historia del mundo. Nunca tuve un invierno
en Mallorca ni falta que me hicieron George Sand
o Merimée.
Lo náutico es sublime si observas, desde lejos,
cómo arden las orillas de tu vida, el oro anaranjado
de las tardes de junio, fragmentos de belleza
de un tiempo ido: el estertor paterno, la casa sola y fría,
tanta fortuna y vanidad, ¿qué le fueron sino lloros?
Naumaquia de horas congeladas, y algo amargas,
sin ayuda de nadie o con papel secante absorbiendo
las noches de tormenta: así empecé a trucar la realidad,
existencia abisal al margen de la vida, un verano invernal,
perfección suiza de las aguas quietas donde el enemigo
se rinde por pereza y el sol sigue brillando hasta el fin
de los tiempos